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miércoles, 25 de abril de 2018

Gente creciendo en relación



En las casas de acogida necesitamos, como en cualquier grupo de convivencia, unas normas básicas que faciliten el dia a dia con los demás:
  1. Por causas de seguridad y salud de las nanas
  2. Por respeto a los demas y a las cosas.
  3. Por necesidad de colaborar en las tareas que facilitan la convivencia, asumir responsabilidades y adquirir autonomía.
Pero la asunción de responsabilidades no es tarea facil, sobre todo en cuestiones de tareas domésticas en las que a priori no hay ninguna motivación intrinseca.
A este respecto los educadores nuevos recurrentemente se sienten "chachas", sobre todo, cuando se trata de adolescentes, con toda la carga negativa hacia las "chachas" y poniendo en evidencia esa desconexión entre lo que implica una experiencia de cuidado y las "responsabilidades del educador"
Vivir en una casa limpia, tener la comida preparada a tu hora y acostarte en una cama que no tenga las sábanas hechas una pelota es una vivencia de cuidado que si no la has tenido no la puedes buscar ni interiorizar de un dia para otro. La adquisición de los hábitos más básicos es un trabajo de años que muchos adolescentes no han experimentado en su vida.
Este debate entre nuestra responsabilidad y su autonomía es recurrente y no encontramos muchas estrategias más allá de las meramente conductistas si queremos conseguir resultados a corto plazo: "tu haces y yo te pago por ello". Pero estas estrategias no hacen que los chavales interioricen la necesidad de instaurar ese hábito y, a veces, lo viven como una manipulación y lo aprovechan para vincular directamente el premio o refuerzo positivo a necesidades puntuales, creando lo contrario que pretendemos, una resistencia al hábito como modo de autoafirmación o una vivencia del premio como chantaje.
Los mejores refuerzos son los naturales, los reales, los intrinsecos, los que motivan a continuar creciendo, trabajando, aprendiendo.
En el camino de acompañar a una niña en su desarrollo lo importante es el camino, no alcanzar la meta; porque la forma en que se recorre ese camino o se enseña, forma parte del aprendizaje. Aqui el fín tampoco justifica los medios sino que estos se convierten en fin en si mismos.
Con refuerzos positivos compramos obediencia pero no les ayudamos a crecer y a que aprendan a decidir por ellos mismos.

Otra cosa que puede afectar mucho a las nanas es la forma que tenemos de vincularnos porque, pese a que nos vinculemos desde la convivencia y la relación, no deja de ser un vínculo mediatizado por un contrato de trabajo y por un horario.
Esto las nanas y nanos lo tienen que tener presente para no sufrir decepciones. Las relaciones tienen que ser auténticas pero los chicos tienen que saber que no nos los vamos a llevar a nuestras casas y que no van a formar parte de nuestras vidas mas que de forma puntual para evitar dependencias que luego les hagan sufrir y sentirlas como nuevos abandonos.
Este tema es complicado máxime cuando Consellería se desentiende de ellos con 18 años y algunas no pueden volver a sus casas ni enfrentarse a la vida con sus propios medios. Afortunadamente ahora parece que estan integrando con la nueva ley los pisos de emancipación en la red de protección. Tal vez es buen momento para crear estos espacios. Eso no quita que podamos comprometernos a nivel personal con los chicos y las chicas y prestarles todo el apoyo y acompañamiento posterior que necesiten.

sábado, 25 de noviembre de 2017

La relación como base de la intervención



El conflicto es necesario, es importante y es la herramienta más valiosa que tenemos después de la relación y el vínculo.
No podemos borrar el conflicto de la vida de las chicas y chicos que se encuentran en el sistema de protección como por arte de magia. El hecho de tener techo y comida no quiere decir que tengan sus necesidades cubiertas, no va a evitar que cada uno reproduzca (sobre todo cuando han cogido confianza) el malestar que llevan dentro con las formas y la emoción que les enseñó la vida. Y nosotros tenemos que tomar ese conflicto con la punta de los dedos para que no se nos deshaga entre ellos o para que no explote y, con todo el respeto y la sensibilidad que podamos manifestar hacia lo que el chaval siente, hacerlo herramienta, constituirlo oportunidad educativa, aprovecharnos de él y tomarlo como un momento privilegiado en el que se nos "permite" intervenir.
Pero no podemos intervenir si la chica o el chico sobre el que recae esa intervención no nos da permiso. Por eso antes hay un trabajo mucho más importante que es la construcción de la relación, el ir acortando distancias para que el otro no nos perciba como invasor, ir compartiendo espacios y tiempos en la cotidianeidad y también en la excepción e ir tejiendo una suerte de relación que, solo en la medida que el adolescente quiera, se transformará en relación educativa. Y solo en la medida que la chica o el chico perciban esta relación como positiva y valiosa para él cumplirá su función, podremos constituirnos en referentes valiosos y nuestra palabra tendrá un sentido, será escuchada y tenida en cuenta.
Las que somos madres y padres hemos adquirido y asumido otro ritmo tanto en las urgencias como en las expectativas con los chavales y chavalas y esto ya de por si mismo nos da una serenidad y una postura mucho menos rígida y menos gravosa ante decepciones y objetivos no cumplidos que no tiene los educadores más jovenes que no ha tenido la experiencia de acompañar a un bebe que no entiende de urgencias, ni de prioridades ni de razones, las mamas y papas hemos experimentado como pasito a pasito todo se alcanza y como en educación las prisas no son buenas compañeras.
Los chicos tienen que vernos como algo que no va contra su instinto de conservación, tenemos que buscar momentos de diálogo y de cercanía con ellos, compartir numerosos espacios y tiempos para que no se rompa esa relación base de la acción educativa.
Y la autoridad y el respeto no te lo puedes coger, te lo tienen que dar los chavales por eso también la relación hay que cuidarla, mimarla, darle todo el valor, llevarla entre algodones porque a estos chicos acostumbrados al abandono, al paso constante de personas por sus vidas, al desapego, a la soledad, lo único que los puede limitar es sentir nuestra sincera apuesta personal por ellos pese a su conducta, es percibir el cariño, la preocupación, el respeto a su malestar a su rabia, a su enfado y, porque no, percibir que tienen derecho a enfadarse y a mostrarlo al mundo con toda su intensidad. Esa percepción de que seguimos allí sin desencantarnos, desde una posición crítica y educativa con su conducta, pero sin dejar de apostar por ellos, animándolos a volver a intentarlo, eso es lo único que los puede persuadir de que su conducta hace daño y les hace daño y les puede hacer cambiarla.

miércoles, 23 de julio de 2014

Una niña en busca de su identidad

El corto de Peque Varela empieza mostrando el circo de la realidad (una realidad impuesta, estereotipada y normativa: folklore, ejercito...), a una niña que apenas ha empezado a representarse a si misma, que apenas ha empezado a configurar su identidad. La ausencia de color y las lineas diáfanas de la representación de la niña nos hablan de que los géneros y los cuerpos son materializaciones politico-culturales que no tienen una existencia anterior a la cultura y al lenguaje; nos recuerdan que ni el cuerpo ni el genero poseen un origen previo, natural e inmaculado y que discurso, genero y cuerpo son inseparables.
Como Judit Butler nos dice, nuestra identidad y, con ella el sexo y el genero, se producen en relación con los otros, son actos. Esta niña empieza a moverse entre las fronteras de lo que le permiten y, sin construir su individualidad, es "insertada" en el grupo y empujada a moverse al mismo ritmo, en los mismos parámetros y con las mismas reglas.
Cuando la seguridad interior le permite alejarse del grupo y correr sin miedo empiezan a aparecer otro tipo de condicionamientos externos que le paran los pies, performando su identidad incipiente. En esta primera carrera en solitario me viene a la mente una frase repetida a lo largo del curso de Ana Arent: "la acción no es el comienzo de algo sino de alguien"
Pero la norma va dirigiendo sus mas pequeños movimientos y hasta el tamaño de su letra es puesta en cuestión y obligada a ceñirse a unos margenes precisos y delimitados. No hay espacios para la creatividad y la libertad. Esta parte del corto constituye una clara critica al sistema educativo. El mundo que se presenta en el horizonte esta acotado y no da lugar al descubrimiento, a la sorpresa, a la aventura; todo esta cuidadosamente programado en un apretado curriculum que no tiene en cuenta ni los intereses ni mucho menos los deseos de las niñas y los niños y bajo unas condiciones que hace que no se planteen tomar decisiones por su cuenta.
Cuando su elección se sale de los parámetros establecidos como normales en el sistema de sexo-genero y hace elecciones de genero que no se corresponden con el sexo asignado biologicamente, son los iguales, normativizados bajo las mismas condiciones opresoras y performativas, quienes se encargan de no dejar que esto suceda o de desplazar a la disidente a lugares menos visibles o marginales.
Tanto la ropa, como los deportes o incluso los colores, son instrumentos del sistema de sexo-genero para mantener el sistema de correspondencia y la normativa heterosexual. El cuerpo se nos muestra sexuado y con ello vulnerable y expuesto a los demás y la niña va construyendo su identidad, que siempre es de genero, forcejeando con los procesos de sujecion-subjetivacion. El cuerpo aparece, como dice Begoña Sáez, como contexto y como norma para la (re)creación de la identidad, se nos presenta no solo como resultado del contexto normativo sino como agente normativizador.
Con sueños no permitidos, insultos y burlas, la construcción de su identidad esta ya configurada de antemano por otros. Otros son también quien definen su ser y deciden su orientación sexual.
El nudo en el estomago es su niña perdida, enredada en un bosque ajeno que es la cultura y esos insultos performativos que amenazan con ocupar todo su espacio vital y engullirla, anulando su individualidad. En el corto se pone de manifiesto, como dice Lyotard, que la cultura no es un sistema de representaciones que copian o reflejan la realidad y los sujetos, sino un auténtico dispositivo -utilizando el término foucaultiano- que los genera. Ese garabato en el estómago representa el "lío", el conflicto existencial, el exilio de uno mismo. La protagonista lo soluciona cuando empieza a darse cuenta de los mecanismos y disposiciones culturales que la sujetan, impidiéndole crecer en libertad, y desenreda el nudo, liberándose de las presiones sociales.
Lo que ha tomado como rasgo interno de ella misma es algo que, como nos dice Butler con el termino performatividad, anticipamos y producimos mediante ciertos actos culturales, un efecto alucinatorio de gestos naturalizados.
Pero como dice Begoña Sáez, el carácter performativo de su identidad, la convierte en objeto de su propia (re)creación que siempre se lleva a cabo en el marco de un discurso que nunca es ajeno al del poder institucional.

 "Ser nosotros mismos nos causa ser exilados por muchos otros. Sin embargo, cumplir con lo que otros quieren nos causa exilarnos de nosotros mismos" Clarissa Pinkola

lunes, 9 de diciembre de 2013

Escuchar con el corazón




Momo sabía escuchar de tal manera que a la gente tonta se le  ocurrían, de repente, ideas muy inteligentes. No porque dijera o preguntara algo que llevara a los demás a pensar  esas ideas, no; simplemente estaba allí y escuchaba con toda su atención y toda simpatía. Mientras tanto miraba al otro  con sus grandes ojos negros y el otro en cuestión notaba de inmediato cómo se le ocurrían pensamientos que nunca hubiera creído que estaban en él. 
Sabía escuchar de tal manera que la gente perpleja o indecisa sabía muy bien, de repente, qué era lo que quería. O los tímidos se sentían de súbito muy libres y valerosos. O los desgraciados y agobiados se volvían confiados y alegres. 
Y si alguien creía que su vida estaba totalmente perdida y que era insignificante y que él mismo no era más que uno entre millones, y que no importaba nada y que se podía sustituir con la misma facilidad que una maceta rota, iba y le contaba todo eso a la pequeña Momo, y le resultaba claro, de modo misterioso mientras hablaba, que tal como era sólo había uno entre todos los hombres y que, por eso, era importante a su manera, para el mundo.
Momo, Michael Ende

Tan importante esa escucha que no busca nada mas que entender al otro, sin jucios ni consejos, solo escuchar con los ojos, con los oidos, con la piel. Y ese tiempo invasor que coloniza nuestras vidas y las acota quitandoles lo esencial y vaciandolas con sus prisas, sus programas, sus calendarios...

Los niños y los adolescentes, no lo olvidemos, no tienen mas tiempo que el presente y lo consumen a grandes sorbos que a las adultas domesticadas nos atragantan.

Gracias Ibonne por esta pausa para recordar, reflexionar y ver la importancia de parar el tiempo, de olvidar las prisas, de mirar a los chicos y chicas a los ojos y dejarlos hablar sin la imperiosa necesidad de juzgarles, de darles un consejo, de encontrar nuestra respuesta educativa "correcta". Simplemente escuchar, como Momo, para que ellos solos descubran lo mejor de si mismos.

http://iboneolza.wordpress.com/2013/12/09/momo-y-la-escucha/

viernes, 30 de agosto de 2013

La teta es mucho mas que alimento



Muchas mamás pasan por muchas dificultades para amamantar a sus bebes y, la sociedad en general y los profesionales de la salud en particular, no suelen ofrecer apoyo y confianza a las madres sino que enseguida proponen el apoyo de la leche de formula que suele acabar con muchas lactancias. Pero muchas experiencias han demostrado que incluso en situaciones extremas se puede mantener la lactancia; hace poco me he enterado que incluso sin haber parido podemos estimular nuestro pecho para amamantar a un bebé. Somos mamíferos y solemos olvidarlo y damos a nuestros bebes leches de animales que son hervíboros y tienen hasta cinco estomagos.¿Como va a ser igual esa leche para nuestros bebes? y lo que es peor ¿cuantas más cosas les quitamos con el biberon, chupetes y demás elementos des-madrizadores?.
El bebé humano nace inmaduro y dependiente del cuerpo de la madre que es su ecosistema en el cual tiene todo lo que necesita para sobrevivir: calor, alimento, seguridad, afecto...una exterogestacion es lo más adecuado para sus primeros meses de vida y el padre y la sociedad en general deberían ser los instrumentos de apoyo para que esto fuese posible.
Si queremos lo mejor para nuestros niños debemos exigir al mundo que alienten este vinculo y lo hagan posible. Sin tribu se convierte en una tarea monumental.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Casilda, una lectura necesaria
























Del blog alternativohe sacada esta entrada sobre Casilda Rodrigañez. Estoy leyendo su libro y estas mujeres dicen por mi todo lo que ha despertado en mi su lectura.
Es realmente curioso el proceso por el que muchas mujeres “despiertan” y se sumergen en el mundo de la crianza consciente y otra visión del mundo.
Unas simplemente siguen su instinto y olfato, ajenas a cualquier teoría oficial o alternativa, y no etiquetan nada, otras a través de las dificultades (parto, lactancia, sueño infantil, duros puerperios, …), leyendo a algún autor con el que se identifican y que pone voz a tu sentir interno, informándose por puro interés sobre el mundo de la maternidad en toda su amplitud, o porque un día, de repente, se ven las cosas con otros ojos.
Cada una tiene sus autores favoritos. La mayoría de las familias en este ámbito conoce algo de Carlos González, Rosa Jové, o Laura Gutman, pero son menos los que se atreven con una autora contundente y radical (por ir a la raíz) como Casilda Rodrigáñez.
Casilda no es una escritora “para todos los públicos”, despierta grandes amores, o incomprensiones y rechazos y necesita un momento vital concreto para ser comprendida. Pero, dado ese paso, sus planteamientos son muy valiosos y detonantes de cambios en la percepción de nuestra civilización y en la vida personal.
Dicen quien la conoce en persona que Casilda es una gran oradora y que sudiscurso se entiende y se vibra mucho más en las conferencias, pero sus libros también destilan su fuerza.
Cabe destacar que los 4 libros de esta autora, además de estar disponibles en tiendas, se pueden descargar GRATUITAMENTE desde su web.

Reproducimos a continuación dos textos de dos blogueras que explican en voz alta por qué son fans de Casilda Rodrigáñez y qué les ha aportado su obra.
Son Marisol Paredes de Crianza y Sociedad, quien envió estas reflexiones por mail a sus amigas y de ahí la espontaneidad y sinceridad, y Serpiente Violeta que lo publica en su blog


UN REGALO PARA LAS MUJERES (U HOMBRES DE “MENTE ABIERTA” QUE QUIERAN SABER MÁS DE ELLAS)
No me canso de recomendar a esta extraordinaria mujer,Casilda Rodrigáñez. Sus libros son, de hecho, nada fácil de leer pero sobre todo de “digerir”, uno puede sentirse asombrado hasta molest@, pero una cosa es segura que hace sentir miserable o bien revolucionario. Tuve la “suerte” de llegar a ella después de haber leído a varios autores que cita en sus libros y quizás por esto estuve un poco “preparada” para el bombardeo y comprensión de muchos temas “difíciles” (algunos tabúes o prohibidos).
Ella ha investigado el tema de la maternidad durante mas de 20 años especialmente con literatura científica (la ciencia “libre”) de diferentes disciplinas. histórica, biológica, psicoanalítica, antropológica, neurociencia, etc…… y se ha topado con la caja de pandora.
Lo más interesante después de leerla: un@ se sentirá más libre o dispuest@ a desafiar al mundo “artificial” que se nos ha creado desde hace unos 5000 años, cuando empezó el mundo masculino (patriarcal), dispuest@ a dejar o pelear por salir de la “sumisión INconsciente”.
Recomiendo leer en este orden sus libros, pero se pueden leer obviamente indistintamente:

La Represión del deseo materno y la génesis del estado de sumisión inconsciente
El Asalto al Hades
La Sexualidad y el funcionamiento de la dominación
Pariremos con Placer

LO PRIMERO
Lo primero y definitivamente determinante, fue leer los libros deCasilda Rodrigañez. Llevo ya más de un año recomendándolos a diestra y siniestra, y no me canso…. son un tesoro.
Comencé a leerlos y fue entonces que empecé a pensar, como decía, en lo que significa ser mujer. Pensé por primera vez en el útero, en la sexualidad propiamente femenina y en la maternidad.
A medida que pensaba en ello, me fui dando cuenta de que el ser mujer está socialmente definido por lo que significa NO SER UN HOMBRE, y que así mismo están definidos todos los seres. Todo está sujeto a este parámetro. Todo (o más bien todos) se significan a través del concepto de lo masculino, y más específicamente del hombre occidental, blanco, con dinero.
En el mundo en que vivimos es eso lo válido y lo deseable, y todos los que quedan por fuera de esa denominación, sonvíctimas de la dominación y por ende, de segregación. Son los animales y la naturaleza en general, las mujeres, los niños, los hombres de color, los indígenas, los gitanos, los latinos, los discapacitados, los pobres.
Comencé a comprender que todo aquello que se le ha quitado a las mujeres a través de la historia, se le ha quitado en realidad al mundo, y que la sociedad que tenemos es el resultado de haber rechazado y reprimido lo esencialmente femenino. Así, todas mis causas, las de antes, las de siempre, empezaron a entretejerse por la urdimbre de la mujer; todo tomó forma… fue amparado y acunado por una sola causa que lo reunía todo: LA CAUSA DE LOS FEMENINO ENTENDIDO COMO OPOSICIÓN A LO PATRIARCAL.
ASÍ EMPEZÓ TODO
(…) Hace exactamente dos años yo era una persona totalmente diferente a lo que soy hoy. Uno no creería que una persona puede cambiar mucho en dos años, pero sí… Hace dos años yo no tenía idea de lo que era ser una mujer. Ni psicológica, ni física, ni social, ni políticamente. Por supuesto que era una mujer (tampoco he cambiado tanto) pero nunca había pensado -realmente PENSADO- en lo que eso significaba. Y creo que si uno no piensa las cosas, y luego las nombra, no puede tampoco llegar a sentirlas a plenitud.
Así que esa era yo… como son muchas personas… un sujeto que anda por ahí, sin saber verdaderamente quien es.
Lo que sí era, era una persona que se preocupaba por como son las cosas en el mundo, y habiendo sido así por mucho tiempo, me había metido con infinidad de causas: los animales, los bosques, los niños, el agua, las víctimas de la guerra… por muchas cosas me había interesado yo, sin sentir nunca que hiciera mucho… sin creer que lo que hacía pudiera realmente cambiar algo.
Y por eso mismo tarde o temprano, siempre perdía el entusiasmo. Siempre quería hacer más. Encontrar algo que me fuera propio… algo apasionante, algo verdadero, algo que generara un verdadero cambio. Adopté con más seriedad la causa que me era más querida, que era la del medio ambiente. Comencé una carrera relacionada en la universidad, me metí de cabeza en internet y tras mucho leer y mucho buscar, di con el tema de las ecoaldeas y de la permacultura. Ese interés me llevó a España y allá, sin querer, pasó algo que cambiaría mi vida para siempre.
Estaba yo haciendo pues un curso de permacultura, y al final, por cosas de la vida, recibí de manos de un amigo un cuadernillo. Este era un panfletillo sin pretensiones que ponía “contra la represión sexual civilizada“. Y decidí empezar a leerlo al final de mi viaje.
Lo abrí como quien abre una revista de variedades, y así, sin más, sin aviso previo, lo que leí arrasó con todo. Fue como un bombardeo de cosas en las que nunca antes había pensado: la sexualidad de la mujer, el parto civilizado, la matrística, las culturas de la vieja Europa, la sexualidad primitiva, el imperio patriarcal, la sumisión inconsciente, el amor libre, el significado de la serpiente….
Y digo que arrasó con todo porque después de eso, de mí no quedó mucho. Fue como si me hubieran cortado en pedazos. Como si me hubieran penetrado con una lanza hasta lo más profundo del subconsciente. Como si me hubieran sacado, después de muchos años, de un letargo profundo. Devoré todo lo que tenía esa lectura. Cogí la bibliografía recomendada y la leí también. Cada nombre, cada autor, cada página web. Lo leí todo. Y a medida que leía, más adentro iba, más cosas sentía, más cambiaba. Cuando pude salir de esta vorágine había pasado más de un año, y yo ya era otra.
Hoy siento como si algo indescriptible se hubiera apoderado de mí. Creció desde la base de mi espina dorsal y me envolvió en un calor nunca antes sentido. Me meció con un vaivén de agua, suave y sensual. Me despertó con el aroma de las flores y los colores de los frutos maduros. Me envolvió como una serpiente, pesada, fuerte, palpitante…y en entre su piel húmeda y suave, me convirtió en mujer.
Serpiente Violeta

miércoles, 19 de junio de 2013

miércoles, 15 de mayo de 2013

La raiz de la violencia




12 Puntos por Alice Miller


"Hace ya varios años que está científicamente comprobado que los efectos devastadores de los traumatismos infligidos a los niños repercuten inevitablemente sobre la sociedad. Esta verdad concierne a cada individuo por separado y debería –si fuese suficientemente conocida– llevar a modificar fundamentalmente nuestra sociedad, y sobre todo a liberarnos del crecimiento ciego de la violencia. Los puntos siguientes ilustrarán esta tesis:
Cada niño viene al mundo para expandirse, desarrollarse, amar, expresar sus necesidades y sus sentimientos.
Para poder desarrollarse, el niño necesita el respeto y la protección de los adultos, tomándolo en serio, amándolo y ayudándolo a orientarse.
Cuando explotamos al niño para satisfacer nuestras necesidades de adulto, cuando le pegamos, castigamos, manipulamos, descuidamos, abusamos de él, o lo engañamos, sin que jamás ningún testigo intervenga en su favor, su integridad sufrirá de una herida incurable.
La reacción normal del niño a esta herida sería la cólera y el dolor. Pero, en su soledad, la experiencia del dolor le sería insoportable, y la cólera la tiene prohibida. No le queda otro remedio que el de contener sus sentimientos, reprimir el recuerdo del traumatismo e idealizar a sus agresores. Más tarde no le quedará ningún recuerdo de lo que le han hecho.
Estos sentimientos de cólera, de impotencia, de desesperación, de nostalgia, de angustia y de dolor, desconectados de su verdadero origen, tratan por todos los medios de expresarse a través de actos destructores, que se dirigirán contra otros (criminalidad, genocidio), o contra sí mismo ( toxicomanía, alcoholismo , prostitución, trastornos psíquicos, suicidio).
Cuando nos hacemos padres, utilizamos a menudo a nuestros propios hijos como víctimas propiciatorias: persecución, por otra parte, totalmente legitimada por la sociedad, gozando incluso de un cierto prestigio desde el momento en que se engalana con el título de educación. El drama es que el padre o la madre maltratan a su hijo para no sentir lo que le hicieron a ellos sus propios padres. Así se asienta la raíz de la futura violencia.
Para que un niño maltratado no se convierta ni en un criminal, ni en un enfermo mental es necesario que encuentre, al menos una vez en su vida, a alguien que sepa pertinentemente que no es él quien está enfermo, sino las personas que lo rodean. Es únicamente de esta forma que la lucidez o ausencia de lucidez por parte de la sociedad puede ayudar a salvar la vida del niño o contribuir a destruirla. Esta es la responsabilidad de las personas que trabajan en el terreno del auxilio social, terapeutas, enseñantes, psiquiatras, médicos, funcionarios, enfermeros.
Hasta ahora, la sociedad ha sostenido a los adultos y acusado a las víctimas. Se ha reconfortado en su ceguera con teorías, que están perfectamente de acuerdo con aquellas de la educación de nuestros abuelos, y que ven en el niño a un ser falso , con malos instintos, mentiroso, que agrede a sus inocentes padres o los desea sexualmente. La verdad es que cada niño tiende a sentirse culpable de la crueldad de sus padres. Y como, a pesar de todo, sigue queriéndolos, los disculpa así de su responsabilidad .
Hace solamente unos años, se ha podido comprobar, gracias a nuevos métodos terapeúticos, que las experiencias traumatizantes de la infancia, reprimidas, están inscritas en el organismo y repercuten inconscientemente durante toda la vida de la persona. Por otra parte, los ordenadores que han grabado las reacciones del niño en el vientre de su madre, han demostrado que el bebé siente y aprende desde el principio de su vida la ternura, de la misma manera que puede aprender la crueldad.
Con esta manera de ver, cada comportamiento absurdo revela su lógica , hasta ahora ocultada, en el mismo instante en que las experiencias traumatizantes salen a la luz.
Una vez conscientes de los traumatismos de la infancia y de sus efectos podremos poner término a la perpetuación de la violencia de generación en generación.
Los niños, cuya integridad no ha sido dañada, que han obtenido de sus padres la protección, el respeto y la sinceridad necesaria, se convertirán en adolescentes y adultos inteligentes, sensibles, comprensivos y abiertos. Amarán la vida y no tendrán necesidad de ir en contra de los otros, ni de ellos mismos, menos aún de suicidarse. Utilizarán su fuerza únicamente para defenderse. Protegerán y respetarán naturalmente a los más débiles y por consecuencia a sus propios hijos porque habrán conocido ellos mismos la experiencia de
este respeto y protección y será este recuerdo y no el de la crueldad el que estará grabado en ellos."

Más sobre Alice Miller:
http://www.screamsfromchildhood.com/articulos_alice_miller.html

http://www.alice-miller.com/

domingo, 31 de marzo de 2013

"La criatura que duerme sola es una novedad histórica"


"Bebes de la edad de piedra en la era de la conquista espacial"


Texto rescatado por Casilda Rodrigáñez, correspondiente a una ponencia de MacKenna en el Symposium de La Liga de la Leche de París,2005.

"Voy a exponer unos hechos que muestran por qué el contacto intenso y prolongado, el sueño compartido (o co-lecho) durante la noche y la lactancia, son tan importantes para la salud materna e infantil. Voy a explicar por qué la lactancia y el sueño compartido durante la noche constituyen un viejo mecanismo de adaptación, que sigue siendo perfectamente eficaz, que regula la fisiología de la madre y de la criatura de manera beneficiosa. La re-emergencia de la lactancia (la nueva moda en las sociedades occidentales) nos permite recordar que la lactancia y el sueño compartido madre-bebé son comportamientos que han evolucionado conjuntamente en tanto que componentes que constituyen un mismo micro-entorno beneficioso, protector, favorable al desarrollo, que palía la inmadurez del bebé (el volumen cerebral en el nacimiento es sólo el 25% del adulto), al tiempo que le protege de los riesgos de un medio externo potencialmente peligroso. Utilizo la noción de ‘entorno adaptado evolutivamente’ (según Bowlby), en el cual el sistema nervioso central en pleno desarrollo de la criatura recién nacida y del bebé encuentran al mismo tiempo su significado y su contexto, para mostrar que la ciencia se ha equivocado al pretender que los bebés humanos podían ser más independientes fisiológicamente de sus madres de lo que en realidad son, habiendo hecho con frecuencia, erróneamente, una definición científica de lo que deseábamos que fuesen los bebés en lugar de lo que en realidad son"

sábado, 16 de marzo de 2013

El cuerpo de la madre, el ecosistema del bebe



Red canguro
Declaración sobre el llanto de los bebes.
"El cuerpo del bebé recién nacido está diseñado para tener en el regazo materno todo cuanto necesita, para sobrevivir y para sentirse bien: alimento, calor, apego; por esta razón no tiene noción de la espera, ya que estando en el lugar que le corresponde, tiene a su alcance todo cuanto necesita; el bebé criado en el cuerpo a cuerpo con la madre desconoce la sensación de necesidad, de hambre, de frío, de soledad, y no llora nunca. Como dice la norteamericana Jean Liedloff, en su obra “El Concepto del Continuum”, el lugar del bebé no es la cuna ni la sillita ni el cochecito, sino el regazo humano. Esto es cierto durante el primer año de vida; y los dos primeros meses de forma casi exclusiva (por eso la antigua famosa 'cuarentena' de las recién paridas); luego, los regazos de otros cuerpos del entorno pueden ser sustitutivos algunos ratos. El propio desarrollo del bebé indica el fin del periodo simbiótico: cuando el bebé empieza a andar: entonces empieza poco a poco a hacerse autónomo y a deshacerse el estado simbiótico."

Para leer la declaración completa firmada por diferentes profesionales y científic@s y las recomendaciones de libros sobre crianza que nos hacen, pinchar aqui.

También podemos ver los videos del neonatologo Nils Bergman:

http://disiciencia.blogspot.com/2009/06/restaurar-el-paradigma-ooriginal-nils.html

martes, 11 de diciembre de 2012

Solo un juego

Esta tarde en el parque estaban unos hermanos jugando, digo hermanos porque eran de diferentes edades desde la pequeña que debía tener 3 años hasta el mas mayor que tendría 13 o 14 años y ya los había visto en otras ocasiones jugando a pillar juntos en alborotado jubilo.
Pero hoy me fije en sus palabras en vez de en sus risas y se me heló la sangre en las venas. 
Entre risas y bromas una de las chicas hacía de policía y le daba porrazos al mas mayor insultándole con palabras como "maleducado", "ladrón", "vete a tu tierra"; luego la otra chica con los pequeños se subía al columpio y hacia como que estaban en casa y tenían miedo, miraba por la ventana a ver si venía la policía y protegía con su abrazo a los pequeños y les decía frases tranquilizadoras.
Me levanté inquieta, sintiéndome una intrusa en su escenificación que para ellos no era mas que un juego al que se entregaban entre risas, bromas, achuchones y carreras. De pronto la voz del chico más pequeño que tendría unos 5 años, dirigiéndose al que la policía acababa de poner las esposas, resonó por todo el parque: ¡Robapaises!. Ante ese insulto hasta el "detenido" se sintió ofendido, "oye ¿que país he robado yo?.
Solo era un juego de unos chicos inmigrantes, un juego simbolico, como todos aquellos a los que juegan los niños imitando a los adultos.

viernes, 29 de junio de 2012

Compartiendo sueños, construyendo vínculos, disfrutando JUNTOS, colechando

La crianza de Baco (1632)


Señor Estivil queremos dormir juntos, queremos dormir con y como nos de la gana y no queremos que nadie nos juzgue ni nos mire de arriba a abajo porque no necesitamos una habitación para cada uno y estamos contentos en nuestros pocos metros cuadrados.

Su filosofía del abandono solo consigue separarnos, alejarnos, alimentar el individualismo, la desconfianza en los otros y quitarnos fuerza y poder en lo colectivo.

¡Queremos criar y crecer JUNTO a nuestros niños y niñas desde el cuidado, el amor y la satisfacción de sus necesidades!

viernes, 25 de mayo de 2012

MANIFIESTO A FAVOR DE LOS NIÑOS Y NIÑAS


            Antes de que los niños empiecen a gatear, la guerra ya está establecida; se ha desencadenado la espiral de la represión de los adultos y de la resistencia de los niños. Los padres tienen que levantarse temprano para ir a trabajar, tienen sueño, están cansados. Lo más probable es que no se den cuenta de lo que están haciendo y que piensen, según el credo en vigor, que lo que ocurre es que los niños son así, dan guerra, son malos. No ven que los berrinches de sus bebes son la manera que tienen de protestar por lo que les hacen; no se dan cuenta porque piensan que ellos están haciendo lo que hay que hacer. Empiezan poco a poco a albergar resentimiento y rencor contra quien les ha trastocado su vida y traido tanto “trabajo”. El bebé parece el “culpable”, el que ha originado la situación. Es preciso insistir en que el bebé no ha originado la situación; que la sociedad adulta es quien ha eliminado el espacio social necesario para la crianza de las criaturas humanas, haciendo ver que es compatible con el trabajo fuera de casa de los padres, etc. Desgraciadamente pocas madres y padres se cuestionan el orden doméstico y social establecido y por eso se razona la situación de términos de “la guerra que dan los niños”. De este modo se refuerza la espiral: hay que acostumbrarles a nuestros horarios, a nuestras costumbres, pues la madre ha de volver enseguida al lecho conyugal, al trabajo doméstico e incluso al trabajo fuera de casa; por eso no hay que mimarles demasiado, tienen que ir aprendiendo.
            Cuando los bebés empiezan a tener alguna autonomía (gatear, dirigir las manos, andar) despliegan una enorme vitalidad; ganas de descubrir, de conocer, de moverse, de tocar, de ver rodar las cosas; y enormes son las medidas que toman los adultos para prohibírselo: meten a los bebés en cunas y parques con barrotes, pequeñas cárceles imprescindibles en los hogares occidentales donde las madres no llevan a los niños colgados en sus cuerpos y donde nada, ni las casas ni la calle, están hechas tomando en consideración las necesidades de las criaturas, sino a la medida del mundo adulto. Las casas se preparan para que los niños no puedan jugar ni moverse; no pueden pintar paredes ni gatear por toda la casa, ni tirar los ceniceros de porcelana ni manchar las tapicerias de los tresillos. ¡Con lo que nos ha costado tener el piso y amueblarlo! Para cada nueva iniciativa hay un “no” que espera. Así, poco a poco se va reprimiendo la vitalidad de cada criatura. Algo se le coge en brazos, algo se le deja gatear, algo se le deja pintar, algo se le deja coger (esos “algos” son los objetos de estudio de los pedagogos y psicólogos), algo hay que dejarles porque sino se morirían del todo, y de eso no se trata (al menos en lo que respecta a la mayoría de nuestros niños occidentales) sino de asegurar su supervivencia recortando su vitalidad, modelándola y orientándola hacia la sumisión y la adultez patriarcal.
            No hace falta ser un psicópata malvado. La violencia contra los niños es la única permitida por ley y por las costumbres. Los conceptos de “educación” y de “protección” cubren el autoengaño: se dice que no se puede dejar que los niños hagan lo que quieren porque se harían daño; las prohibiciones son, pues, inevitables. Por ejemplo, hay que poner barrotes en las cunas para que los niños no se caigan. Pero, ¡es tan sumamente fácil poner una cama a ras del suelo! ¿Es por casualidad que a nadie se le ha ocurrido? No, no lo es. F. Dolto también ha desenmascarado esta justificación de la represión de los niños, demostrando que con las prohibiciones habituales un niño pierde seguridad, pues se le impide aprender las cosas de este mundo con las que tiene que convivir,  eso precisamente es lo que le hace vulnerable. En lugar de ir adquiriendo autonomía, se les va atontando, infantilizando para poder ser manipulables por los adultos: antes que nada se trata de poder llevarles a donde los adultos quieren. Si renegásemos de la autoridad, del poder fáctico que los adultos tenemos sobre los niños en esta sociedad, sustituiríamos la prohibición con la información, como haríamos con un visitante adulto al que no consideráramos inferior que llegase a nuestra casa o a nuestra ciudad y que desconociese cómo funcionan las cosas. ¡Qué distinta actitud! Ayudarles a descubrir y a conocer el mundo en el que van a vivir. Esta es otra manera de defender a los niños intentando reducir el anchísimo campo de prohibiciones que le espera.
            Según las circunstancias (el grado de resignación de la etapa bebé, el grado de trabajo de los padres y la dosis de agresividad en reserva interiorizada que tienen, etc) se van definiendo las trincheras y las líneas del frente: los espacios, los tiempos, las comidas, la compañía que se asigna a cada niño, los “algos” que se pactan para su supervivencia y entorno a los cuales se libran las batallas cotidianas cada vez que el niño muestra su inconformidad con los límites y los cercos que se le ponen.
Cuando los niños empiezan a hablar, a las barreras físicas se le añaden barreras verbales: amenazas, chantajes, desprecios; consiguen humillarles, asustarles, frenarles tanto como los barrotes de los parques o de las cunas y las correas de las sillitas. Hasta para dormirles se les amenaza metiéndoles miedo, cantando nanas que dicen que van a venir “cocos” que se los van a llevar. El miedo y la humillación conducen a la auto-represión, que es más eficaz y más imprescindible que la represión exterior.
            !Cállate y come! ¡Estate quieto! ¡Eres tonto! ¡Como no dejes de llorar te voy a dar! ¡Se lo voy a decir a tu padre! ¡Vete ahora mismo a la cama! ¡Obedece ahora mismo! ¡Eres inaguantable! ¡Ya no te quiero! ¿A dónde vas? ¿De dónde vienes? ¿Dónde te habías metido? ¿Cuántas veces tengo que decirte que te laves las manos? ¡ Lárgate de mi vista! ¡Eres peor que un hijo tonto! ¡Qué ganas tengo de que crezcas!
Los niños aprenden de sus mayores las reglas del juego. Las técnicas de lucha. Y si no se les ha resignado demasiado en la etapa primal, serán niños malos a los que se les reñirá, castigará y pegará con frecuencia. Como todavía tienen mucha imaginación no cesan de inventar “diabluras” y travesuras para afirmar su dignidad y desahogar la cólera.
            Pero no se puede observar el comportamiento de un niño aisladamente de todo su proceso. El niño lleva luchando por su vida desde que nace contra los adultos y contra el orden establecido por esos adultos. Lleva ya dentro mucha rabia contenida. Desde que nace ha sido arrastrado a la espiral de la violencia originada por los adultos. Un niño “malo” es un niño rebelde y un niño “bueno” es un niño obediente a los adultos. No podemos olvidar en ningún caso esta ecuación.
            Tampoco es una guerra en igualdad de condiciones. Los adultos tienen el poder y, en cualquier terreno en el que se plantee la lucha, siempre llevan las de ganar. Desde el poder para decidir lo que van a hacer cada día, cada mes, cada año (despertarse, dormir, comer, lavarse, ir a la guardería, ir al colegio, ir los domingos a tal sitio, ir de vacaciones a tal otro...), el poder para obligarles, para castigarles, para pegarles... Tienen el  poder y todas las armas. Los malos tratos a los niños fueron recogidos en el I Congreso de la Infancia Maltratada, de mayo de 1989, dando para el Estado español la cifra de cuatro mil niños muertos al año (once diarios), amén de una increíble cifra de niños con heridas graves que no mueren; según diferentes congresos de enfermería, medio millón de niños sufren malos tratos en nuestro país (Integral (15) 495).
            Esta represión y esta situación de violencia generalizada contra los niños no sería posible sin la complicidad de toda la sociedad adulta; sin ese pacto adulto tácito que todos suscribimos cuando alcanzamos la madurez. Aunque no tengamos hijos o niños directamente a nuestro cargo, todos somos culpables por omisión.
            Precisamente, lo más terrible de la represión que sufren los niños es la soledad, el no tener a nadie de su parte, que les dé seguridad interior, que les diga que sus padres son unos cabrones y que él no se merece lo que le hacen. Es el testigo que pide Alice Miller para salvar al niño. Porque si el niño acepta la represión como un bien que le hacen no se le permite ni siquiera esa rebeldía interior que podría salvarle. En todas las civilizaciones existe un Cuarto Mandamiento que sacraliza a los padres (y a aquellos adultos en quienes los padres deleguen circunstancialmente su poder) para asegurar la obediencia y la aceptación de la represión. Esta sacralización hace que incluso los hijos encubran los malos tratos que les infligen sus padres para preservar su imagen exterior.
            ”Algunos secretos tienes que desvelarlos” reza el slogan de la campaña que ha lanzado un “teléfono del niño” en Holanda: cuarenta y cinco mil llamadas en 1991, más de cien diarias, de las cuales veinticinco mil relataban problemas acuciantes. En ocasiones el niño no podía articular palabra y sólo podía dar golpecitos con el auricular (dos para un sí y tres para un no). “cuando por fin verbalizaban su situación, mostraban sobre todo miedo a no ser querido y temor al responsable de la violencia, el padre (sesenta por ciento), la madre (treinta y cinco por ciento) e incluso hermanos y tíos.” (El País, 2-4-92).
            La carencia de afecto y de cariño que arrastra el niño, desde que es separado de la madre al nacer, es una pieza clave del sistema. No es sólo una represión que se impone; es una vitalidad que no se deja crecer. La necesidad de cariño en los niños no está falseada con la película del amor entre la pareja como sucede en los adultos, que proyectan de ese modo todas sus necesidades de afecto, incluida su carencia más primaria. El niño busca cariño en todas partes, en todo su entorno. Necesita ser querido y aceptado para calmar su herida. Y esta necesidad es utilizada vilmente por los adultos para hacer al niño todo tipo de chantajes y humillaciones y para atemorizarle. Este mecanismo es más eficaz que los castigos y las palizas.
            Pero además de la familia está la escuela, que es la segunda institución de represión de las criaturas. La familia no basta. Desde el siglo XVII, la familia no basta. Los tiempos corren; vienen las declaraciones de los derechos humanos, la Ilustración, la revolución francesa... a grandes palabras de libertad se hacen necesarias grandes mentiras... Los métodos de sometimiento cambian. Las cadenas de hierro se cambian por el sistema de creencias que hay que inculcar. Por otra parte, la revolución industrial exige disciplina... ¡La escuela! ¡Que gran invento para matar todos los pájaros de un tiro, y encima en nombre de la cultura y de la ilustración!
            La misión de la escuela es inculcar la disciplina y una determinada manera de ver la historia y las cosas; es decir, la filosofía de la sociedad patriarcal. Las materias que se imparten son un medio para lograr estos fines. Pues está demostrado que toda la materia que se imparte durante los ocho años de la EGB se podría aprender a los catorce años en unos meses. Además, las cosas importantes el niño no las aprende en la escuela. Pero la cuestión no estriba en lo que el niño aprenda, sino en impedir que aprenda lo que quiera, cuando quiera y como quiera. Se trata de impedir, como ya dijo Einstein, que desarrolle su propia curiosidad, su propio interés por las cosas.
            La escuela tiene por cometido continuar el control minucioso de cada niño que sus padres solos no pueden realizar; se les impone la obligación de asistir a clases, que cubren, hora a hora la mayor parte del día. En cada hora de clase tienen unos deberes que hacer, unos cuadernos que presentar, unas lecciones que repetir de memoria. En ninguna cárcel se ejerce semejante control sobre un adulto. Ningún adulto tiene tan definidas todas las horas de sus días como las tienen los niños; ni en la peor de las cadenas de producción. Porque salen de la escuela, y en casa tienen que seguir haciendo deberes o yendo a tal clase extra que los padres le han puesto. En la desesperación un adulto puede mandar a la mierda un trabajo o a su cónyuge. Pero un niño desesperado no tiene opción a dejar a sus padres o a dejar la escuela aunque los padres o el maestro le peguen o le humillen continuamente. En cuanto a los rendimientos “ningún adulto soportaría el trance de ser calificado regularmente y examinado por lo menos una vez al año”, según el jefe de la Unidad de Psiquiatría infanto-juvenil del hospital del Niño Jesús de Madrid.
            Los niños se encuentran con todas las puertas cerradas con demasiada frecuencia y sin nadie a quien pedir ayuda. El número de llamadas de llamadas al Teléfono del Niño en Holanda y las cifras de suicidios escolares son prueba de ello: el suicidio es la tercera causa de muerte en niños y adolescentes.


Asociación Antipatriarcal, “Manifiesto a favor de los niños y niñas”,
Grupo Donostia, junio de 1992

lunes, 26 de marzo de 2012

De salvajes y otras tribus


Mi madre diría que si te acostumbras a vivir sin disciplina eres como un árbol torcido, y los árboles hay que enderezarlos desde pequeños para que crezcan rectos o con la forma que su dueño quiera por capricho o porque produce más. Los caprichos de la naturaleza están prohibidos en una naturaleza prostituida por la producción.
Pero cuando te acostumbras a no dar cuentas a nadie, cuando el juicio del mundo no es de tu incumbencia, cuando los horarios de tu vida son lo suficientemente flexibles como para depender más de tus apetencias que de tus obligaciones, cuando comes solo si tienes hambre y duermes cuando tienes sueño, cuando empiezas a deshacerte de tus los prejuicios y culpas, cuando lo que posees deja de ser importante y no sirve de medida para valorar a las personas, te sientes tan ligera, es como volver a lo salvaje, a lo más innato de nosotros en este mundo tan antinatural.
Esta inmensa maquinaria hace posible que una pequeña minoria viva  a todo tren de la pobreza y el sudor de una gran mayoría y si decides salirte del engranaje te conviertes en un excluido, un vago que tiene que sentir remordimientos de su "inutilidad", de su rebeldía.
Pero la verdad es salvaje y si tuvieran tiempo entre el trabajo y la familia para pensar, para observar el funcionamiento de este mundo se darían cuenta de la estafa de esta vida que vivimos cada día con resignación y que nos venden a tan alto precio.
Erik From decía que tenemos miedo a la libertad por las responsabilidades que conlleva porque cuando dejamos de obedecer  hay que enfrentarse a las consecuencias de nuestras decisiones pero la responsabilidad no esta reñida con la indisciplina ni la desobediencia con el respeto. Es el querer frente al deber y en este mundo no se pueden permitir que prevalezcan los placeres porque no son productivos.
Y la principal arma del sistema capitalista contra este relajo es la familia, una de las cadenas mejor inventada que reproduce en su seno el sistema represivo y jerarquizado de la sociedad patriarcal.
Si intentas salir, la reproducción infinita de ella que te rodea se encargará de llevar a la oveja descarriada a casa o echarla del rebaño con sus sistemas de marginación hechos a conciencia para que la máquina no se pare o el resto no se contagie.
Ser libre esta prohibido, vivir sin trabajar esta penado si eres pobre, y si eres rico ni siquiera vas a tener oportunidad de salir de tu rebaño porque tus riquezas te protegeran de conocer la vida, acaparando todo tu tiempo en no perderlas.
Cuando se besa un poco de libertad, tu pie ya no puede retroceder, volver atrás es insoportable. Es como la tortura de la que te liberan y a la que te habías acostumbrado. El dolor formaba parte de ti y ya no le prestabas atención, pero cuando te liberaste te sentiste tan aliviada, recordaste todo el dolor anterior y ¿como podrían convencerte para volver a la tortura?.
Este es el camino de mi vida, ir librando batallas contra un mundo que no me gusta e ir despojandome de los miedos, las corazas y los sentimientos de culpa que esta educación cristiana me inculcó sin yo pedirlo cuando no podía defenderme.
Buck, el perro de Jack London, cuando recupera la selva siente remordimientos por su amo, aunque no añoranza; después de recorrer kilómetros y kilómetros de selva, siente la sangre correrle por el cuerpo por primera vez y, de verdad, se siente vivo y liberado, pero la culpa no le deja seguir, vuelve al amo para reconocerlo que no para quedarse. Su libertad es ahora más importante que lo más querido y no perjudica al amigo, solo perjudica al amo que no puede valerse más de ti, que no puede aprovecharse, y eso no se puede consentir, el amo te necesita, tienes que trabajar para él ¿porque? porque él es el amo. Generación tras generación el amo siempre es el mismo porque fué el más rápido, el más listo o el más traidor, tal vez fué un asesino pero ya no lo recordamos, por eso nos prohiben la libertad, por eso no nos dejan correr libremente, ni que nos hierva la sangre, ni que nos sintamos vivos porque entonces descubririamos la plenitud de la vida, recuperaríamos la memoria y no tendríamos más remedio que desobedecer como pulsión vital, como puro instinto de supervivencia, solo nos quedaría correr, correr como no lo habías hecho nunca y recuperar la vitalidad perdida porque ante ti solo esta la selva para recorrerla y la reconoces, y la recuerdas y sabes que no te van a volver a atrapar.

"Si hay algo más importante que el amor a la libertad es el odio a quien te la quita"

domingo, 18 de marzo de 2012

¿Tejiendo la vida o cultivando la muerte?

Me acerque al balcon donde mi madre pasaba la mayor parte del día.
Desde que vino del pueblo a vivir a casa era el único lugar donde se sentía tranquila, desde alli dominaba la calle, el parque y parte de las casas de enfrente y para ella era suficiente, esa ventana al mundo desde su sillon era lo único que necesitaba para pasar el rato.
Las voces de sus nietos y sus amigos le llegaban hasta alli atenuadas por la pared que la separaba del comedor donde se arremolinaban unos alrededor del ordenador peleando por el dominio del raton que una y otra vez acababa en manos de mi hijo, porque "por algo estaba en su casa"- se justificaba ante los amigos. Y los más pequeños ante la playstation con la que aprendían a leer casi directamente en inglés: "¡aprieta donde dice star!"- decía el pequeño de apenas cuatro años.
A la abuela le hubiese gustado contarles historias de cuando ella era pequeña pero no la tomaban en serio, cuando ella empezaba a hablar de lo que había trabajado con diez años primero la incredulidad y luego la sorpresa dejaban paso rápidamente a un abismo de incomprensión imposible de sortear, o al menos eso creía yo.
Ella intentaba ser útil remendando los calcetines de mis hijos y yo le decía que era demasiado trabajo para lo que valían nuevos, cuidaba las cosas como si fuesen tesoros y a mi me enfurecía ver como (pensaba yo) daba más importancia a las cosas que a las personas, "eres una aguafiestas" ("desmancha-plazeres"-el término portugues definía mejor lo que yo quería decir)-le decía yo cuando reñía a los chicos por su impetuosidad.
Habiamos intercambiado los papeles, yo era la que consentía y ella la abuela que debía velar por conservar todos esos valores tradicionales y esa cantidad de normas que hacían de la vida una obligación sistemática y pesada. Ya sería recompensada en el otro mundo.
A mi madre le habían enseñado que la vida, sobre todo para las mujeres, era una sucesión de obligaciones serviles de las que solo la muerte liberaba. No era capaz de disfrutar, ni de desear más que lo que le habían permitido y, aún eso, con moderación. Era triste ver la tristeza, el vacio de su vida cuando llega al fín y ya esas obligaciones no tienen sentido y dejan de ser posibles pero tampoco el placer y el disfrute tienen cabida porque las costumbres y la religión lo han destituido.
Yo intentaba que aprendiese a andar sola pero ella me repetía una y otra vez que ni sabía ni quería, que siempre la habían llevado a los sitios y yo sentía con horror su limitación forjada a lo largo de tantos años de sentirse incapaz.
Quería ver la vida, la idea que tenía de la vida, desde su ventana y sin estridencias y mientras los pocos años que le quedaban se arremolinaban entre la pelusa de un rincón en la soledad, la incomunicación y la calma enfermiza de una vida sin deseos y ni placer.



“La condición mamífera”

“El animal humano se define por su carencia de instintos, porque la naturaleza es tan sólo en él una falta…”; “el hombre no es por ello el producto de una evolución natural, sino tan sólo el resultado de una ruptura con las leyes naturales”; “la sexualidad humana es libre por cuanto no está sujeta a ley natural alguna, se inscribe desde el principio en el terreno de lo simbólico”; “destituyo a la naturaleza lo mismo que a la cultura”…
Estas frases (extraídas del prólogo que el poeta español Leopoldo María Panero escribió para una recopilación de textos del Marqués de Sade) son un buen resumen de una poderosa corriente de pensamiento que ha atravesado por el mismo centro a la cultura occidental en sus más de dos mil años de historia.
En el siglo XXI, la postmodernidad está consistiendo en darnos cuenta de que muchas de las cualidades que habíamos tomado como esenciales, inherentes, al ser humano, no son tales, sino más bien relativas a un ser humano concreto, histórico y coyuntural: el ser humano de la civilización que se erigió desde el neolítico, de la civilización patriarcal.
El discurso feminista más conocido ha ubicado el patriarcado allí donde más se ve: en la dominación del hombre sobre la mujer (mujeres sin derecho al voto, sin derecho al divorcio, sin derecho al aborto, sin derecho al trabajo, sin derecho al poder económico, desigualdad salarial, violencia machista, etc….). De hecho, hoy los términos feminismo y patriarcado están -quizás por esa causa- desvalorizados por muchos, pues suenan a una guerra o revancha entre hombres y mujeres, que parece absurda.
Sin embargo, otros autores como Claudio Naranjo, han definido el patriarcado como algo mucho más amplio: como una forma de pensar y actuar compartida por todos, una forma de entender el mundo en la que el cerebro racional predomina (y domina, neutraliza) sobre los otros dos cerebros humanos: el cerebro límbico-instintivo, y el cerebro emocional.
El patriarcado así entendido, describe ese estado psico/físico/social patológico, caracterizado por la represión emocional, la separación cuerpo/mente y la escisión de la naturaleza, que ha caracterizado a la sociedad humana en los últimos cuatro o cinco mil años.
Wilhem Reich se percató de que ese proceso de represión emocional comenzaba desde el mismo momento del nacimiento. Y también que la represión emocional, la sexual y la social son las distintas caras de una misma represión vital.
Casilda Rodrigáñez ha explicado luego que ese proceso represivo está allí donde nunca hemos mirado: comienza y se reproduce precisamente con la supresión de la maternidad corporal, que priva al bebé mamífero humano de sus necesidades innatas.
La madre amorosa, empoderada, entrañable, primaria, original, disponible para su criatura a través de su cuerpo, de la lactancia, del colecho, del abrazo, del tiempo incondicional… ha sido aniquilada a través de la represión de la mujer durante varios milenios; a la vez que se ha institucionalizado el castigo, la soledad, la mano dura y la pedagogía negra desde el momento del nacimiento.
Así, la reproducción de la mente patriarcal, de la mente egoica y neurótica que hace posible la sociedad de la dominación, pasa por la negación de nuestra condición mamífera.
Porque el ser humano sí tiene un instinto, una necesidad, un deseo y un placer en el momento en que nace, como cualquier otro mamífero: el de succionar el pecho materno, de permanecer junto a él, de estar acompañado noche y día, de ser alimentado, portado y protegido durante meses y años sobre el cuerpo de su progenitora (y progenitores) como cualquier otro primate y mamífero.
Y es ahí, donde apenas hemos mirado, donde está el punto crítico de la civilización.
Curiosamente, los actuales corpus teóricos del feminismo de la igualdad, así como las teorías queer, al negar cualquier determinismo biológico en la construcción de la sexualidad, terminan convergiendo con su mayor enemigo, las doctrinas teológicas y bíblicas, en un mismo punto: la negación de la naturaleza.
Ello es comprensible si consideramos que tanto las mujeres como los homosexuales hemos necesitado a toda costa “demostrar científicamente” nuestro valor social. Si la sociedad hubiera sido tolerante con los seres humanos de todo tipo, forma, color y por supuesto filiación sexual, tales desvaríos teóricos no serían necesarios.
Porque lo cierto, lo que desde Darwin es ya innegable para muchos, es que los seres humanos somos primates, somos mamíferos y somos animales, y tal ruptura simbólica con las reglas de la naturaleza no puede producirse, porque en ello nos va nuestra propia condición humana. La neurobiología es cada vez más clara al respecto.
En ese sentido, las teorías ecologistas convergen con las teorías humanistas: nuestra humanidad está allí donde mismo están las otras formas de vida. La vida es un continuum. Y negarlo nos aboca a la destrucción que constatamos del resto de las especies vivas y del hábitat común de todos.
¿Puede existir un punto en el que feministas, homosexuales, católicos, ecologistas, humanistas, espirituales… podamos entonces convergir?
Sí, en el amor. En la importancia del amor, la tolerancia, el respeto, la solidaridad… para la supervivencia de la sociedad. Todos los valores éticos son expresiones sociales del amor. Y el amor es algo tangible, es una conducta concreta que se mama desde el principio, cuando nuestro cerebro y nuestro sistema emocional se empieza a construir: cada bebé que nace, inmaduro, igual que hace millones de años en la selva, trae inscrita una necesidad innata, el instinto y el deseo de succionar, y de permanecer arropado por el cuerpo maternante.
El neonatólogo Nils Bergman, director de la maternidad de Mowbray en Sudáfrica y uno de los mayores expertos internacionales en cuidados madre-canguro, lo explica y sustenta claramente:
“En términos biológicos, el Homo sapiens es un mamífero. Lo que caracteriza a todos los mamíferos es que tienen mamas (del latín ‘mammae’) destinadas a la alimentación de las crías. Las investigaciones biológicas en numerosos mamíferos han demostrado que los procesos neurológicos que tienen lugar durante la gestación (el desarrollo embrionario) están ‘altamente conservados’, es decir, son casi idénticos en todas las especies (Christensson, 1995). Los mecanismos endocrinos fundamentales de la gestación, son también notablemente similares en todas las especies (Keverne y Kendrick, 1994). Hay modelos de comportamiento programados por el sistema límbico de nuestro cerebro. Desde el nacimiento, todos los mamíferos presentan una ‘secuencia comportamental definida’ (Rosenblatt, 1994), que lleva al arranque y al mantenimiento del comportamiento de la lactancia. Existen diferencias en estas secuencias, cada especie tiene la suya propia. Un descubrimiento fundamental y sorprendente ha sido constatar que lo determinante es el comportamiento de la cría recién nacida; que es su actividad la que induce una respuesta cuidadora de su madre (Rosenblatt, 1994).”
Es en el momento del nacimiento, donde la ruptura con la naturaleza y con la condición mamífera se produce, perturbando el proceso de nacer (casi todas las culturas lo hacen de un modo u otro: separan al bebé de la madre y se lo llevan), socavando la lactancia, poniendo al niño a dormir solo, dejándolo llorar… y más tarde usando todas las estrategias conductistas de la crianza adultocéntrica.
Desde finales del siglo XX, los sociólogos (Giddens, Ibáñez…) se dieron cuenta de que es en la micro-sociología, en las conductas cotidianas, donde están las claves para comprender la macro-sociología, los grandes problemas de la humanidad.
Es hora ya de que aceptemos que la humanización del nacimiento, la crianza corporal, la educación desde el respeto y la empatía… es el principio de la justicia social. Y también del equilibrio entre la naturaleza y la cultura, el cuerpo y la mente, el intelecto y las emociones.
Ahí. Recuperando nuestra condición mamífera.
Por Ileana del blog Tenemos Tetas