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martes, 23 de abril de 2019

La mala mujer


 
https://www.publico.es/politica/memoria-publica/80-anos-mujeres-libres-xxx-mujeres-libres-anarquistas-revolucionaron-clase-obrera.html
Mujeres Libres: las anarquistas que revolucionaron la clase obrera hace 82 años
pincha en la imagen para conocer mas sobre ellas

La libertad en la mujer sigue siendo sinónimo de loca, puta, egoísta, inconsciente, irresponsable, inmadura y todos los conceptos asociados a la mala mujer o incluso a la "no mujer".

La experiencia que quiero compartir no es original ni única sino que es tan corriente y, al mismo tiempo, esta tan silenciada que parece que sólo le pasa a una misma, pero es la historia de vida de millones de mujeres que formamos una familia y quedamos atrapadas en su seno de forma invisible y teniendo muchas dificultades para romper con esa dinámica tan normalizada de “aguantar” por los niños, por la economía, por lo que digan los demás, porque es lo que todo el mundo hace, por la vejez, por la culpa (una compañera habitual de nuestro género) y así nos dejamos llevar a una vida vacía en la que son siempre las necesidades, deseos y juicios de los demás los que deciden sobre ella.
La privacidad de la familia es sagrada y un arma contra nosotras que hace que nos cueste mucho compartir e incluso sintamos vergüenza de prácticas cotidianas como el “con-sentir” las relaciones sin deseo.
La familia son los cimientos donde se sostiene y reproduce el patriarcado, generándose relaciones de poder que la historia ha normalizado invisibilizandolas.
Por la ideología patriarcal construimos nuestra forma de amar en base a unos mitos que perpetúan el machismo en las relaciones. Y la ideología capitalista se mantiene, principalmente, a través de la idea de la concepción de la propiedad privada del ser que "amas" y toda la parafernalia de herencias.
Pero a diferencia de lo que los medios de comunicación capitalistas y heteropatriarcales quieren hacernos pensar, el amor es personal y lo personal es político y, como dice Mary Wollstonecraft, “nos engañan para que pensemos que nuestra subordinación en los distintos espacios de la vida social es una prueba de amor”
Hay tres frases muy ilustrativas que forman parte de nuestro imaginario colectivo y afectan a nuestra construcción del género y a nuestra forma de relacionarnos y "amarnos": quien bien te quiere te hará llorar, los que más se pelean son los que más se desean y del amor al odio hay un paso.
Así pasamos de tener un proyecto en común a sentirnos terriblemente traicionados si la relación se estanca o el amor no es lo que habiamos imaginado y ese proyecto (los niños) pasan a ser moneda de cambio y a sufrir las consecuencias de nuestra decepción transformándose muy a menudo en frustración, en impotencia y, sobre todo en el sexo masculino, muchas veces, en violencia de género. 
Por eso un trabajo importante contra la violencia de género pasa por, no sólo descosificar a la mujer y su cuerpo sino desmontar todos los mitos que nos han transmitido a ambos sexos con el amor romantico.
"El día en que una mujer pueda amar, no desde su debilidad sino desde su fuerza, no para escapar de sí misma sino para encontrarse, no para rebajarse sino para afirmarse -- ese día será para ella, como para los hombres, una fuente de vida y no de peligro mortal".
Simone de Beauvoir

domingo, 30 de septiembre de 2018

Aprendiendo a volar


Parecía un día cualquiera, salí a tomar el aire y paseando por los cerros del pueblo me aleje mas de lo habitual. Hacía un día tan perfecto, el aire era fresco y ligero y yo necesitaba sentirlo en mi piel así que me quite la chaqueta y aceleré el paso.
Me sentía tan abrumada, tan asustada con mis emociones, tan atrapada en mi atareada cotidianeidad que no encontraba sosiego en el paseo y mis piernas avanzaban a paso rápido por entre los matojos que cada vez se hacían mas espesos y difíciles de sortear. Adoraba perderme por esos montes, en ellos siempre me sentí libre, su belleza aturdía mis sentidos y su grandeza me hacía sentir la insignificancia y escaso valor de la mayoría de cosas del mundo pero, con mi estado de ánimo, el paseo solo conseguía esta vez aumentar mi ansiedad.
Giré a la izquierda y allí estaba, sentado al borde del camino con un fardo indescriptible del que colgaban los cachivaches más inverosímiles, tranquilo y sereno como si el monte fuera su hogar.
Me miró abiertamente y me sonrió. Me preguntó que quien me perseguía y entonces me dí cuenta que estaba huyendo.
Era extraño y al mismo tiempo parecía lo mas natural del mundo que estuviese allí en medio del monte y en ese preciso momento; me senté cerca, sofocada por la caminata y cansada, como si fuese una cita a la que había llegado un poco tarde y, sin darme cuenta, me quedé dormida.
Cuando desperté había una hoguera encendida y era noche cerrada, afortunadamente no hacía mucho frío y la hoguera nos calentaba. Volvió a sonreirme con esa sonrisa abierta y franca que me embriagó y, mientras trajinaba entre sus cachivaches y sacaba algunas cosas de comer y beber, yo me dispuse a estudiar su rostro.
Tenía la piel muy curtida por el sol y unos ojos pequeños y tristes de un color oscuro, profundo e indeterminado y te miraban como si fueses lo único que existiera en el mundo, su aspecto era despreocupado, casi desaliñado y me deje encandilar por su presencia
Empezó a hablar despacio, como si me estuviese contando un secreto, y casi acariciándome con las palabras, poco a poco fue desgranando melodias, guiños e historias que me mantuvieron despierta toda la noche y poco a poco el miedo cedió el lugar al gozo, todo se tambaleo en el mágico baile de la vida y yo me acurruqué más cerca, entregada al relato, ávida por saborearlo y por conocerlo, apasionadamente, y la noche pasó como un suspiro.
Y con el primer albor del día cada uno seguimos nuestro camino..
Cuando me fui a poner la chaqueta no pude, con sorpresa descubrí que en la espalda me habían crecido unas alas. 

"Como una navaja,
partió al Amor en dos
el filo del alba"
Isabel Escudero

lunes, 10 de septiembre de 2018

Perdida en la noche


Era una mujer triste, surcada por las cicatrices de la vida había ido abandonando sus pasiones y acomodándose a lo que sus seres queridos esperaban o necesitaban de ella. Poco a poco se fue diluyendo en la cotidianeidad y sólo la satisfacción de las cosas bien hechas la hacía sentir algún atisbo de satisfacción.
Y se creyó que podría vivir siempre así, sin sobresaltos, sin pasiones que la llevasen más allá de las convecciones. 
Seguía siendo un poco oveja negra, un poco rebelde, un poco rara y caprichosa, lo justo para sobrevivir pero en lo esencial su vida estaba perfectamente fiscalizada. Y eso que no se había casado, no había bautizado a sus hijos, se negaba a que las instituciones decidiesen sobre su vida y no participaba en los eventos sociales o festivos cargados de hipocresia que montaban por doquier. Pero en el fondo sabía que la habían domesticado, que la vida deseante estaba lejos de ella, que las rejas las llevaba dentro y era ella sola la que no se permitía ser y sentir la vida en toda su intensidad. Porque esa intensidad la había cambiado por la seguridad, esa posibilidad de gozo mutó en certeza de saber lo que se tiene. Y la aridez y la esterilidad lo abarcaban todo. 
Afortunadamente siempre tuvo la literatura para escapar de la realidad, pero eso era todo.
Necesitaba que sucediese algo que la obligase a salir de esa cómoda muerte y salió a buscarlo.
Apenas recordaba los locales a los que iba en su juventud pero intento encontrarlos en el viejo barrio en el que fue tan feliz y estuvo tan viva. Las mariposas en el estomago se instalaron en el momento que puso un pie en las familiares y oscuras callejas. 
En el primer sitio que entró pidió un ron, tenía frío y el alcohol bajo por su garganta ardiendo y llevándose con él la ansiedad que le asfixiaba. Sonaba un jazz provocador y gamberro, y se sentía tan bien que se puso a bailarlo. Nadie se fijaba especialmente en ella y esto la hizo sentir bien. En las paredes del local había pinturas antiguas de cantantes de jazz, el local estaba sucio y muy destartalado, abarrotado de las cosas más dispares como su clientela pero todos los que allí bebían parecían encontrarse muy a gusto, como si nadie tuviese que justificarse de ser quien era. Eso le gustó, le hizo sentir cómoda, la reconcilió consigo misma.
Hubiese querido seguir caminando y descubriendo otros lugares y gentes pero se encontraba tan bien que pidió una cerveza y se acercó a una mujer que estaba sentada en la barra. Empezaron a hablar de cosas sin importancia y pronto se dió cuenta de cuanto tenían en común, de cuanto aliviaba descubrir que no era alguien raro y excentrico sino solo alguien que se atrevía a quejarse, a buscar, a perder, a mejorar, a cambiar, a rebelarse, a perseguir sus sueños y, al final de la noche, borrachas perdidas, juntas fueron al baño y con el pintalabios de ella se pintaron una gran sonrisa que las liberó de sus trisrejas.



"Ven, noche,
y borra los caminos:
¡Que no sepa yo por
dónde!"
Isabel Escudero

sábado, 1 de marzo de 2014

Re-cordando al Agus


"RECORDAR: Del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón." 

Conocí al Agus en Blanquerías cuando yo vivía con el Brasi y su madre. Lo conocí en el callejón donde vivía él, las Rosas y Carmen, allí venían también el Abogatti y el Niño a contarnos anécdotas de sus experimentadas vidas de calle, con la flauta en una mano y el sombrero en la otra para conseguir dinero cuando hacía falta.
El Agus trabajaba y cada mañana, aunque la noche hubiera sido muy larga o el sueño muy corto, él se levantaba de donde le hubiera llevado la noche y sus acólitos y se iba invariablemente a su trabajo. Era el chispas de la peña y de los pocos que aguantaba y cumplía con un horario laboral de forma habitual.
Ibamos a la catedral, la casa de comidas de Jose, allí trabajaba Guille, y poco después al Racó que se habían quedado el Agus y el Jorge (en ambos bares acabe trabajando yo también).
Alrededor de la plaza del Carmen Había mucha vidilla porque también por aquel entonces (1987-1988) se okupó la primera Casa Okupada en Valencia: El Kasal Popular de Palma 5 y allí nos fuimos a vivir el Abogatti, la Mari, el Pakote, yo y allí bajo su palmera del patio se abrió un bar, se bailo al son de Maniatica y juntos fuimos haciéndonos más grandes y más amigos.
En ese tiempo lo recuerdo viviendo con la Carmen la llarga, Ramontxo y el Hipie en la calle San Vicente.
Era muy buen conductor, le gustaba conducir y con él fui a innumerables fiestas, conciertos, excursiones, acampadas, bajadas al moro, jeje, recuerdo una en concreto con Javi, el Acelerao, nos hicieron una "foto" acorde con el lugar y el momento, y en medio de los montes del Rif nos pintaron un cuadro que regalé al Fonso, porque en él también estaba Josetxu.
Si alguna vez nos quedamos colgados fue por alguno de los también innumerables coches de segunda mano que tuvo, estoy segura que ni él sabía el número de estos. El Agus siempre estaba dispuesto a liarla, a llevarnos, a ayudar, a currarse lo que fuese, con ese buen humor y buena disposición constante. Luego es verdad que no tenía mucho aguante (seguramente debido a que era el único que invariablemente madrugaba) y siempre se dormía a mitad de fiesta y en cualquier lugar, yo llegué a verlo durmiendo con la cabeza apoyada en el bafle del escenario de un concierto.
Aunque fué un gran amigo y tuvo muchos amantes no llego a tener ningún novio permanente y cuando apareció el Fer, el Agus encontró al hermano, al amigo y al compañero de su vida pero eso es mejor que lo cuente él...
Crecí contigo y una parte muy grande de ti esta en mi y me acompañará siempre. Gracias Agus.

martes, 27 de agosto de 2013

Pequeñas memorias



Otra vez habían vuelto a gritarse, a faltarse al respeto, a enfadarse, a herirse; como una rueda de molino predestinada a tropezar una y otra vez en la misma hendidura, viéndolo venir y sin poder evitarlo, cada domingo se repetía la misma historia.
El abuelo insistía en que no faltáran a la cita y ninguna razón era suficiente para saltarse su terquedad y su determinación. Y había días buenos en que incluso apetecía madrugar un poco y coger la carretera rumbo al pueblo, pero otras veces era todo un trabajo conseguir encontrar bajo las sabanas las ganas de levantarse e imponerse, en su único día libre, esa obligación que debería partir del puro deseo y disfrute, del cariño.
En su subconsciente era tan grande el peso del deseo paterno que, en silencio, conseguía aplastar los suyos propios casi sin que se diera cuenta y además aplastaba los de sus hijos en pro de ese deseo superior que los tenía colonizados.
Y todo para seguir siendo juzgada y condenada, para seguir frustrando las expectativas de su padre.
Recordaba su juventud cuando no podía esconder sus sentimientos y sus deseos eran irrenunciables, recordaba el asco que le daba la hipocresía de todo el mundo, condenado a seguir haciendo lo que era correcto, lo que tenía que ser, lo que los demás esperaban de ellos, recordaba la violencia que respiraba tras esas vidas impolutas y su soledad, su desarraigo absoluto y su deseo oculto de no pertenecer a nada ni a nadie. Entonces todavía buscaba un mundo mejor y unas gentes mas integras y odiaba a su familia por no ser capaz de arrancarse los hilos invisibles que le ataban a ella y le hacían sentir culpable por no ser lo que ellos esperaban, por no hacer lo que ellos querían, por no someterse.
Recordaba a sus aliados los montes que tantas veces le habían arropado, consolado y servido de refugio, recordaba sus gritos silenciosos escritos en la multitud de cartas y hojas que escribía, recordaba sus mudos amigos los libros con quienes había conocido la diversidad del mundo y con quienes tantas aventuras y tantos mundos había corrido.
Pero por alguna razón que no consigue desvelar, no recuerda casi nada de su infancia; un vacío que produce vértigo es lo único que encuentra cuando intenta hurgar en su mente buscando sensaciones, momentos, personas de su tierna infancia, lo único  que encuentra es un sentimiento de insignificancia, de desvalidez que lo ocupa todo.

Recordar: Del latín re-cordis, volver a pasar por el corazón          E. Galeano

sábado, 25 de mayo de 2013

Casi viva.


Ese domingo había más silencio de lo normal y durmió hasta tarde. Cuando despertó el sol inundaba toda la habitación y estaba bañada en sudor. Un agridulce sabor le subió por la garganta haciendole saltar de la cama en busca de un vaso de agua.
La noche anterior se bebió la vida a grandes sorbos como si estuviese apurandola, casi no recordaba como había llegado a casa pero tenía la certeza que se había traido consigo algo precioso que ya nadie le iba a arrebatar.
Por fin había escapado de la tiránica bestia que le tenía amarrada día y noche a la noria de las costumbres, enajenada, hipnotizada, muerta.
Olvidado todo placer comía cualquier cosa con tal de adormecer sus tripas; el trabajo lo realizaba como una autómata a la que hubiesen dado cuerda y no pudiese hacer otra cosa, sin interés, sin ningún atisbo de entusiasmo pero sin rebeldía tampoco.
A simple vista parecía una persona equilibrada, seria y poco comunicativa pero amable y educada, aunque nadie recordaba haber bromeado nunca con ella.
Aprendió pronto las normas, a base de golpes se volvió cobarde y tímida y tan insegura que siempre se creía la causa de todas las desgracias y errores. Llevaba la culpa marcada a hierro en sus carnes todavía jóvenes.
Cuando la mirabas a los ojos lo sabías, nunca miraba a nadie a la cara y ese color azul era tan transparente y claro que la traicionaba. Pero nunca lo supe con certeza hasta ese día en que ella me lo contó hasta vomitar todo el dolor, todo el miedo y toda la tristeza que arrastraba consigo.
La encontré acurrucada llorando en un portal como una niña perdida y después de mucho insistir conseguí que me contará que tenía que pasar la noche sola en casa y la sola idea le aterrorizaba; me quede perplejo porque mi vecina que yo supiese siempre había vivido sola. No entendía nada, la tranquilice y le pedí que me explicase lo que había pasado.
"Las tiendas han cerrado y mi televisor se ha estropeado"... Le propuse ir a un bar y allí la deje unas horas después todavía sola pero ya casi viva.

sábado, 4 de mayo de 2013

De princesas y sapos.

Ese día el cazador salio con intención de encontrarla. Llevaba horas buscando por las callejuelas oscuras y estaba seguro de que andaba por allí pero no encontraba el rastro de su olor que tan bien conocía. Era el que mejor la conocía, casi diría que era su obra.
La había conocido cuando solo era una niña, llena de ilusiones y sueños de princesa buena y sacrificada y él necesitaba tanto que lo cuidasen...la amo a su manera y ella entendió enseguida que uno no puede dar lo que no ha recibido y pago con amor y resignación desprecios y desplantes de todo tipo. La princesa se esforzaba en acunar y amansar su carácter pero el arraigo que tenía el odio en su corazón era tan fuerte que a veces no podía contenerlo y lo descargaba con quien sabía que siempre lo iba a perdonar, por que lo necesitaba, él era su hombre, lo único que ella tenía, la única persona con la que hablaba y que a veces la abrazaba e incluso le pedía perdón realmente arrepentido cuando la violencia llegaba a extremos que ella no conseguía olvidar. Entonces realmente arrepentido se disculpaba en su infancia y todo lo que lo convertía en un monstruo que ella no merecía y la pobre niña llegaba a compadecerse y llorar con él por la vida tan desgraciada que había vivido y se olvidaba de su propia desgraciada vida pagando con ella los pecados de él.
A menudo pensaba en su madre, en sus amigos de la infancia y sabía que no la habrían abandonado si se hubiese atrevido a pedir ayuda pero ¿que habría sido de él?, pensaba la desdichada y no se atrevía ni siquiera a imaginar al desgraciado solo. Así iban pasando los días y un día él volvió con algo que le hizo sentir feliz por un instante, como el primer día que uno prueba los caramelos de niño, ella se sintió envuelta por una nube de paz donde lo irreal era más verdadero que la vida. Las cosas empezaron a ir mejor entre ellos, él ya no se enfadaba tan a menudo y ese caramelo los acercaba y los hacía cómplices.
Hasta entonces él había trabajado pero paulatinamente empezó a faltar y acabo en la calle, se volvió osado y robaba para mantener el vicio y se volvió imprescindible para la princesa que a duras penas conseguía una barra de pan o un litro de leche, su único sustento; la droga era cara y nunca llegaba para la comida.
Un día lo pillaron y ella tuvo que ir a visitarlo en prisión, le pidió droga y ella no pudo darle más que el cariño antiguo, un poco dolorido por el mono. Le prometió traerle algo aunque no sabía como.
Pasaban las horas y cada vez se sentía peor, deambulando por las callejuelas del barrio chino encontró a un camello y suplico hasta que él le propuso un intercambio de lo único que ella poseía y podía darle. Se fue a casa con su tesoro y una firme decisión de guardar la mayoría para compartirla con él en un vis a vis pero se lo fumo todo y al día siguiente salió a buscar más.
Día tras día posponía su cita y así fue recuperando su independencia, cuando consiguió ir a verlo ella era otra, la princesa y su inocencia habían muerto y se había transformado en reina, con el peso de su corona y de su reino, pero dueña al fin de si misma. Y ni siquiera entonces lo abandono del todo, le visito, le escribió, le llevo droga.
En la última visita le dijo lo que hacía, él nunca le había preguntado, no quería saberlo he incluso le venía bien que fuese así, pero cuando la escucho contarlo sin sombra de culpa, montó en cólera y la insulto, la humillo por última vez porque ya nunca iba a poseer a la princesa, esta había muerto y la mujer que allí estaba no tenía intención de tener ningún dueño.
Y el cazador siguió husmeando por el barrio chino sin encontrar ni siquiera el cadáver de su pieza. Su caza se había recuperado de la herida y salía en busca del buen tiempo con otras aves que emigraban hacia el sur.

martes, 11 de diciembre de 2012

Solo un juego

Esta tarde en el parque estaban unos hermanos jugando, digo hermanos porque eran de diferentes edades desde la pequeña que debía tener 3 años hasta el mas mayor que tendría 13 o 14 años y ya los había visto en otras ocasiones jugando a pillar juntos en alborotado jubilo.
Pero hoy me fije en sus palabras en vez de en sus risas y se me heló la sangre en las venas. 
Entre risas y bromas una de las chicas hacía de policía y le daba porrazos al mas mayor insultándole con palabras como "maleducado", "ladrón", "vete a tu tierra"; luego la otra chica con los pequeños se subía al columpio y hacia como que estaban en casa y tenían miedo, miraba por la ventana a ver si venía la policía y protegía con su abrazo a los pequeños y les decía frases tranquilizadoras.
Me levanté inquieta, sintiéndome una intrusa en su escenificación que para ellos no era mas que un juego al que se entregaban entre risas, bromas, achuchones y carreras. De pronto la voz del chico más pequeño que tendría unos 5 años, dirigiéndose al que la policía acababa de poner las esposas, resonó por todo el parque: ¡Robapaises!. Ante ese insulto hasta el "detenido" se sintió ofendido, "oye ¿que país he robado yo?.
Solo era un juego de unos chicos inmigrantes, un juego simbolico, como todos aquellos a los que juegan los niños imitando a los adultos.

lunes, 26 de marzo de 2012

De salvajes y otras tribus


Mi madre diría que si te acostumbras a vivir sin disciplina eres como un árbol torcido, y los árboles hay que enderezarlos desde pequeños para que crezcan rectos o con la forma que su dueño quiera por capricho o porque produce más. Los caprichos de la naturaleza están prohibidos en una naturaleza prostituida por la producción.
Pero cuando te acostumbras a no dar cuentas a nadie, cuando el juicio del mundo no es de tu incumbencia, cuando los horarios de tu vida son lo suficientemente flexibles como para depender más de tus apetencias que de tus obligaciones, cuando comes solo si tienes hambre y duermes cuando tienes sueño, cuando empiezas a deshacerte de tus los prejuicios y culpas, cuando lo que posees deja de ser importante y no sirve de medida para valorar a las personas, te sientes tan ligera, es como volver a lo salvaje, a lo más innato de nosotros en este mundo tan antinatural.
Esta inmensa maquinaria hace posible que una pequeña minoria viva  a todo tren de la pobreza y el sudor de una gran mayoría y si decides salirte del engranaje te conviertes en un excluido, un vago que tiene que sentir remordimientos de su "inutilidad", de su rebeldía.
Pero la verdad es salvaje y si tuvieran tiempo entre el trabajo y la familia para pensar, para observar el funcionamiento de este mundo se darían cuenta de la estafa de esta vida que vivimos cada día con resignación y que nos venden a tan alto precio.
Erik From decía que tenemos miedo a la libertad por las responsabilidades que conlleva porque cuando dejamos de obedecer  hay que enfrentarse a las consecuencias de nuestras decisiones pero la responsabilidad no esta reñida con la indisciplina ni la desobediencia con el respeto. Es el querer frente al deber y en este mundo no se pueden permitir que prevalezcan los placeres porque no son productivos.
Y la principal arma del sistema capitalista contra este relajo es la familia, una de las cadenas mejor inventada que reproduce en su seno el sistema represivo y jerarquizado de la sociedad patriarcal.
Si intentas salir, la reproducción infinita de ella que te rodea se encargará de llevar a la oveja descarriada a casa o echarla del rebaño con sus sistemas de marginación hechos a conciencia para que la máquina no se pare o el resto no se contagie.
Ser libre esta prohibido, vivir sin trabajar esta penado si eres pobre, y si eres rico ni siquiera vas a tener oportunidad de salir de tu rebaño porque tus riquezas te protegeran de conocer la vida, acaparando todo tu tiempo en no perderlas.
Cuando se besa un poco de libertad, tu pie ya no puede retroceder, volver atrás es insoportable. Es como la tortura de la que te liberan y a la que te habías acostumbrado. El dolor formaba parte de ti y ya no le prestabas atención, pero cuando te liberaste te sentiste tan aliviada, recordaste todo el dolor anterior y ¿como podrían convencerte para volver a la tortura?.
Este es el camino de mi vida, ir librando batallas contra un mundo que no me gusta e ir despojandome de los miedos, las corazas y los sentimientos de culpa que esta educación cristiana me inculcó sin yo pedirlo cuando no podía defenderme.
Buck, el perro de Jack London, cuando recupera la selva siente remordimientos por su amo, aunque no añoranza; después de recorrer kilómetros y kilómetros de selva, siente la sangre correrle por el cuerpo por primera vez y, de verdad, se siente vivo y liberado, pero la culpa no le deja seguir, vuelve al amo para reconocerlo que no para quedarse. Su libertad es ahora más importante que lo más querido y no perjudica al amigo, solo perjudica al amo que no puede valerse más de ti, que no puede aprovecharse, y eso no se puede consentir, el amo te necesita, tienes que trabajar para él ¿porque? porque él es el amo. Generación tras generación el amo siempre es el mismo porque fué el más rápido, el más listo o el más traidor, tal vez fué un asesino pero ya no lo recordamos, por eso nos prohiben la libertad, por eso no nos dejan correr libremente, ni que nos hierva la sangre, ni que nos sintamos vivos porque entonces descubririamos la plenitud de la vida, recuperaríamos la memoria y no tendríamos más remedio que desobedecer como pulsión vital, como puro instinto de supervivencia, solo nos quedaría correr, correr como no lo habías hecho nunca y recuperar la vitalidad perdida porque ante ti solo esta la selva para recorrerla y la reconoces, y la recuerdas y sabes que no te van a volver a atrapar.

"Si hay algo más importante que el amor a la libertad es el odio a quien te la quita"

sábado, 24 de marzo de 2012

Bichos raros, anacronismos y desencuentros con la vida

Confinada en la defensa de su individualidad, en la terca decisión de ser ella misma, de no dejarse domesticar, había llegado a aquel mundo donde las prioridades eran la supervivencia pura y dura.
Cada mañana lanzaba sus libros por encima del muro del chupano donde dormía y luego saltaba al mundo para ir a clase. Cuando llegaba al instituto sus cascabeles, sus faldas largas y sus pies descalzos la delataban.
Caminaba por los largos pasillos acompañada del clin clin chivato de su postura sintiendo el abismo que la separaba del resto y a sabiendas de que había mucho más que les unía pero sin ser capaz de sortear la enorme distancia.
Solo la maestra de literatura intentaba reconocerla y visibilizar y dotar de sentido su pose, seguramente porque le parecía muy literaria.
Estar en la calle tenía cierto encanto que terminaba cuando la libertad aparente de no tener obligaciones llegaba a la boca del estomago reclamando comida o cuando el frío se instalaba en tus huesos y no había cartón ni portal capaz de protegerte de esa conquista. Entonces la humillada postura de la limosna tomaba forma y se imponía con la misma cotidianeidad que el rugido del estomago, desterrando otros desvarios.
Pero cuando por la noche se sentaba bajo una farola a "estudiar" y el abismo con su mundo más cercano se hacía insalvable, soñaba con otros mundos posibles y sentía el valor de su postura, la valentía con la que se mantenía lejos de la mediocridad y la manipulación. Entonces se acercaba a los demás "carrilanos" con los que compartía, al menos, la precariedad de la libertad y bebía un largo trago del calimocho más cercano sin pedir permiso, ni justificarse.

domingo, 18 de marzo de 2012

¿Tejiendo la vida o cultivando la muerte?

Me acerque al balcon donde mi madre pasaba la mayor parte del día.
Desde que vino del pueblo a vivir a casa era el único lugar donde se sentía tranquila, desde alli dominaba la calle, el parque y parte de las casas de enfrente y para ella era suficiente, esa ventana al mundo desde su sillon era lo único que necesitaba para pasar el rato.
Las voces de sus nietos y sus amigos le llegaban hasta alli atenuadas por la pared que la separaba del comedor donde se arremolinaban unos alrededor del ordenador peleando por el dominio del raton que una y otra vez acababa en manos de mi hijo, porque "por algo estaba en su casa"- se justificaba ante los amigos. Y los más pequeños ante la playstation con la que aprendían a leer casi directamente en inglés: "¡aprieta donde dice star!"- decía el pequeño de apenas cuatro años.
A la abuela le hubiese gustado contarles historias de cuando ella era pequeña pero no la tomaban en serio, cuando ella empezaba a hablar de lo que había trabajado con diez años primero la incredulidad y luego la sorpresa dejaban paso rápidamente a un abismo de incomprensión imposible de sortear, o al menos eso creía yo.
Ella intentaba ser útil remendando los calcetines de mis hijos y yo le decía que era demasiado trabajo para lo que valían nuevos, cuidaba las cosas como si fuesen tesoros y a mi me enfurecía ver como (pensaba yo) daba más importancia a las cosas que a las personas, "eres una aguafiestas" ("desmancha-plazeres"-el término portugues definía mejor lo que yo quería decir)-le decía yo cuando reñía a los chicos por su impetuosidad.
Habiamos intercambiado los papeles, yo era la que consentía y ella la abuela que debía velar por conservar todos esos valores tradicionales y esa cantidad de normas que hacían de la vida una obligación sistemática y pesada. Ya sería recompensada en el otro mundo.
A mi madre le habían enseñado que la vida, sobre todo para las mujeres, era una sucesión de obligaciones serviles de las que solo la muerte liberaba. No era capaz de disfrutar, ni de desear más que lo que le habían permitido y, aún eso, con moderación. Era triste ver la tristeza, el vacio de su vida cuando llega al fín y ya esas obligaciones no tienen sentido y dejan de ser posibles pero tampoco el placer y el disfrute tienen cabida porque las costumbres y la religión lo han destituido.
Yo intentaba que aprendiese a andar sola pero ella me repetía una y otra vez que ni sabía ni quería, que siempre la habían llevado a los sitios y yo sentía con horror su limitación forjada a lo largo de tantos años de sentirse incapaz.
Quería ver la vida, la idea que tenía de la vida, desde su ventana y sin estridencias y mientras los pocos años que le quedaban se arremolinaban entre la pelusa de un rincón en la soledad, la incomunicación y la calma enfermiza de una vida sin deseos y ni placer.



jueves, 12 de enero de 2012

Yo de mayor quiero ser... libre


Hoy me he levantado con las mismas prisas de cada día, sin apenas tener tiempo de desayunar y jugar un poco antes de salir de casa y estresado por las órdenes de mi madre que siempre dice que vamos a llegar tarde.
He llegado al cole y me he colocado por orden de lista en la fila, siempre me toca el penúltimo y siempre detrás de Erik que no para de molestarme y darme empujones. No sé porque tenemos que colocarnos en fila, no sé porque tenemos que ponernos por orden de lista y no sé porque tenemos que venir al colegio. Mi madre dice que para aprender pero yo aprendo mucho más cuando salgo al campo con mi abuelo, o cuando mi tío Jorge me lleva de excursión, o cuando mi profesora me lleva a un museo, aprendo más cosas incluso cuando voy de compras con mi madre y cuando me siento en el ordenador aburrido sin saber a que jugar y me pongo a buscar cosas sin sentido o cosas que nunca he podido explicarme, pero como más aprendo yo creo que es jugando porque asi sin darme cuenta pongo en práctica muchas cosas, que en la escuela me parecen un rollo, y no se me olvidan.
Hoy hemos empezado en la clase de lengua corrigiendo los deberes y, como siempre, Said los tenía mal y Denis no los había hecho.
Pobre Said, su madre no le deja salir al parque hasta que no saque un ocho en un examen y él, aunque estudia y trabaja en casa, no consigue pasar del seis y eso cuando aprueba. La maestra le hace repetir los deberes casi todos los días y tiene las libretas llenas de tachaduras, de notas y cruces del boli rojo corrector de la maestra. Si yo fuera él no haría nada porque para que me lo hagan repetir y me riñan constantemente...
Denis sin embargo tiene mucha suerte, sus padres no están nunca en casa y él se va del parque el último. Nunca le riñen ni le controlan los deberes, si ni siquiera le hacen la comida. El otro día me invito a comer y, para mi sorpresa, no vino su madre (no se lo digais a la mia) y nos preparamos una pizza en el microondas. ¡Menuda suerte!. Además tampoco le riñen cuando lleva las notas con cuatro o cinco suspensos, dicen que ya trabajará cuando sea mayor que la escuela es una perdida de tiempo pero que es obligatoria. Su padre trabaja en la naranja pero, a veces tiene que irse fuera porque aquí no hay trabajo, igual esta en Lérida que en Navarra o en Francia. La profe le ha dicho a Denis que lleva el mismo camino que su padre ¿que le habrá querido decir?, él está muy orgulloso de las ciudades y países que conoce su padre, siempre le trae chorradas de esos sitios, llaveros o figuras con el cartelito de recuerdo e incluso piedras o bolsitas con tierra pero él los tiene como un tesoro. Mientras nosotros coleccionamos cromos, él colecciona, ¿como los llama?: "trozos de sitios".
En clase de mates toca hacer  ficha: ¡uf! veinticinco divisiones, cuando voy por la mitad me pregunta Javier cuantas son siete por ocho, cincuenta y...la profe nos oye y nos manda callar, ¿tan malo es que conteste a la duda de mi compañero?, si pudiese hacerlas con él sería mucho más divertido y además podría ayudarle, aunque preferiría no hacerlas. Javier me vuelve a preguntar y la profe lo castiga diez minutos sin patio y nos manda bajar a los demás.
Denis también se ha tenido que quedar, como casi siempre, a hacer los deberes y los demás hemos bajado en tropel, a disfrutar del mejor rato de la escuela. Solo tenemos el balón asi que a los que no nos gusta jugar al futbol nos toca entretenernos charlando o aguzando el ingenio inventando juegos pero el rectangulo tapiado del patio desnudo y la ausencia de rincones donde escondernos de la mirada vigilante del profe de turno anula cualquier idea, además todo lo que nos parece divertido siempre acaba estando prohibido y siendo una mala idea que acaba en castigo.
Yo tengo suerte y salgo dentro de dos horas a comer a casa y paso un rato en el parque y me da tiempo de leer tebeos o jugar en casa antes de comer pero muchos, la mayoría, pasan el día entero aqui.
¡Me gustaría tanto que no existiera el colegio!, tendría tiempo para hacer tantas cosas... Pero mi madre dice que, ya que es obligatorio, debo aprovecharlo lo más posible y hacer mis tareas y estudiar que nunca se sabe para lo que puede servirnos y el saber no ocupa lugar...PERO OCUPA MUCHISIMO TIEMPO.

¿Que pasaría si las puertas de las escuelas estuviesen abiertas siempre y no fuese obligatoria la asistencia?, ¿que pasaría si no cumpliesen la función de guardar que pervierte la función del profesor?, ¿que pasaría si hubiese otros espacios en los colegios, ademas de las aulas y los niños pudiesen elegir?, ¿que pasaría si los padres no pudiesen comprobar la asistencia de sus hijos y no pudiesen exigirla?, ¿que pasaría si toda la comunidad nos responsabilizasemos de nuestra infancia y les procurasemos un mundo más seguro donde crecer, experimentar y satisfacer sus deseos?


"Educacion es lo que perdura despues de que uno ha olvidado lo que aprendio en la  escuela"
Albert Einstein

martes, 22 de marzo de 2011

Vivir a manos llenas

Estaba en el fondo del parque, avergonzada de su pequeñez, intentando esconder esa mediocridad que, su compañero le había dicho, siempre llevaría consigo.
Esa ciudad era demasiado grande para ella, llegada de un pueblecito de montaña con sus pocas cosas en una mochila y poderosos y grandes sueños en su loca cabeza.
Acababa de cumplir dieciocho años y solo quería vivir sin que nadie le dijese como; estaba acostumbrada a ser rebatida continuamente por sus padres, a no ser tenida en cuenta, a que su opinión no valiese nada y ahora el mundo se le presentaba demasiado grande y complejo. No había tenido muchas oportunidades para optar y ahora no había oportunidades. Tenía hambre y no sabía de donde sacar comida. Sus padres no querían ayudarla para que la necesidad le hiciese volver a casa pero ella tenía una firme determinación de no hacerlo y estaba paralizada por la ausencia de opciones.
Paso por allí un amigo y le dijo si quería tomar un café, ella negó con la cabeza sabiendo que no era una invitación. No era capaz de decirle que tenía hambre, al fin y al cabo él no era responsable de su "indefensión".
Fue a pasear por la Rambla intentando despistar su mente y adormecer su estómago. Por aquel entonces ella no sabía que existían comedores de la caridad, ni tal vez se hubiese atrevido a visitarlos y la única opción que se le presentaba era buscar trabajo. No había paseado por el mundo con nadie, en su pueblo no había bibliotecas y hasta conseguir un trajín o un baúl con el que empezar fue una tarea ardua y difícil pero al fin tenía un periódico bajo el brazo y un boli para poder anotar cualquier anuncio esperanzador.
Pero en el suelo revoloteaba junto con algunas hojas de los árboles, una fantástica hoja en blanco y lo que hizo fue ponerse a escribir, allí sola en el fondo del parque, todo lo que no era capaz de plasmar en la vida lo plasmó en ese papel sucio hasta vaciarse, hasta que sus mismas letras la consolaron y le adormecieron el estomago llevándole a otro mundo más accesible donde vivir no estuviese prohibido, donde ser libre y único dueño de la vida propia no estuviera castigado, donde ser diferente fuera un valor.
De pronto un niño irrumpió en el parque y con disimulo tiró su bocadillo a la papelera, su madre desde fuera le chilló para que no lo hiciera pero ya el bocadillo estaba en el fondo entre papeles y latas. Tardo un rato en reaccionar, además no quería que nadie la viera. Por un rato se sintió con las manos llenas, aunque sabía que no era capaz de retener nada entre ellas.

martes, 2 de febrero de 2010

La hora robada

Pincha en la imagen para acceder al artículo de
"Bajo presión", el último libro de Carl Honoré

Esperaba esa hora durante todo el día, era su mejor hora, la única en la cual podía ser él mismo, sin censuras y sin deberes. La necesitaba para estar tranquilo y satisfecho porque era la única en la cual escapaba al control de los adultos. La hora de parque, después de todo un largo día de colegio, era la única que podía robarle a su infancia cuidadósamente diseñada por unos padres que querían lo mejor para él. También era su hora más corta, nunca entenderá porque algunas horas pasan tan tremendamente lentas, como la hora de la clase de geografía, y otras pasan a esa velocidad tan supersónica y apenas te queda tiempo de disfrutarlas, aunque se te quede mucho rato el buen sabor en la boca.
Ese día su madre llego tarde, ya habían salido todos los amigos y sus madres, y no tuvo fuerza aliada para luchar contra su rotundo no:
-"Lo siento cariño pero hoy no podemos quedarnos en el parque"
No acostumbraba a llorar, ya tenía ocho años pero no era capaz de explicar a su madre el día tan complicado que había tenido, su mejor amigo se había chivado al profesor de él y lo peor es que él no le había molestado adrede, había sido un accidente pero su amigo no le dejo explicarse; estaba triste y se sentía traicionado, pero como podía contarle esto a esa señora tan lejana que ni siquiera entendía lo importante que era para él esa hora al día de libertad, se trago las lágrimas que asomaban a sus ojos y la rabia por esa nueva injusticia.
Se fueron a casa, había mucha faena por hacer después de la jornada laboral y su madre no podía prestarle atención.
"Por favor juega conmigo" -hubiera querido decirle, pero ella estaba demasiado ocupada con la aspiradora como para mirarle a los ojos y descubrir su soledad.
Cogió la psp y se zambullo en su pantalla como el que se tira de cabeza a una piscina helada, enseguida se encontró acompañado, supero un nivel, luego otro y cuando se dio cuenta estaba en la última pantalla, recordó que cuando su padre le compró ese juego no podía pasar de la primera pantalla y ahora era buenísimo:
-"¡Mira mama ya estoy en el último nivel!"
-"¡Que bien cariño, pues ahora apaga la maquinita y haz los deberes"
-"¡Pero mama, mírame...me falta muy poco...!
-"Ya no tienes más tiempo de jugar, ¡apaga!".
La miro desolado pero ella no se dio cuenta porque estaba pendiente del trapo del polvo, hacía tiempo que no miraba a los ojos a su hijo, no tenía tiempo; apagó la psp resignado y empezó a construir esa coraza que le protegería durante el resto de su vida de las relaciones verdaderas y auténticas.
También un niño solo es un niño abandonado.

lunes, 30 de noviembre de 2009

La bicicleta

Llevaba tres días atada a la farola de esa calle y no había visto a ningún vecino nuevo en el barrio. Le intrigaba y atraía sobre todo por su color azul brillante y lo antigua que era pero lo que más le provocaba era la osadía con que retaba a la mala fama del barrio al mismo tiempo ignorandola. ¿De quien sería?.
No podía dejar de imaginar a la chica, porque solo podía ser una chica, romántica, idealista y muy atrevida.
Llevado por un impulso irrefrenable se apresuró a subir por la escalera de un portal cercano que encontró abierto; pensó que quien dejaba la bici en la calle tres días necesariamente debía dejar el portal de su casa abierto. No sabía lo que iba a decir pero subió decidido pasando de largo todos los pisos hasta llegar al último y llamó a la puerta.
No se sorprendió cuando le abrió la puerta una mujer, su rostro marcado por las arrugas reflejaba un sufrimiento muy antiguo, casi más viejo como ella, pero su mirada era jovial.
"Hola soy tu vecino y quería darte la bienvenida al barrio, si necesitas alguna cosa"- consiguió decir.
Ella lo miro sorprendida, por lo que él pensó era una osadía, pero lo invitó a entrar al piso que era de una única estancia, tomaron un té amargo con cardamomo sentados en una de las muchas cajas de libros que ella aseguro eran los que llenaban de gentes su mundo.
Miró en derredor y aunque no reconocía nada sin embargo todo le era muy familiar; mientras hablaban de cosas triviales solo pensaba en la cercanía y el afecto que sentía por aquella mujer, como si la conociera de toda la vida.
Amontonados por doquier había diccionarios, manuales de filosofía y de historia, novelas, revistas y cuadernos abiertos siempre con algo escrito y a veces tachado con rabia. Todavía no se había instalado y no había en la estancia más muebles que unas cuantas estanterías, una mesa camilla y dos sillas, ella le dijo que no necesitaba más porque no le gustaba dedicar mucho tiempo a limpiar. La habitación sin embargo ya reflejaba su personalidad dibujada a grandes trazos en el color y calor que daban dos pañuelos colgados de las ventanas y unos cuantos cuadros dispares entre si pero muy hermosos y expresivos.
Todavía no había visto allí en el rincón el caballete con el cuadro a mitad de pintar, desde él le sonreía un rostro muy parecido al suyo. Se quedo ensimismado, mirándolo incrédulo.
"No eres tu"- acertó a decir ella.
"Pero se me parece".
"Tu te hiciste a ti mismo con trozos de gentes y yo pinte el cuadro con retazos de recuerdos"
"Ya pero somos casi iguales".
"No, tu estas vivo".
"Pero tu me imaginaste antes de conocerme".
"Pero tu existías antes de que yo te imaginase"
Salió a respirar a la terraza y dejo que su vista se perdiese entre los tejados. Estos siempre le devolvían a la infancia, a ese tejado en el que se refugiaba cuando quería huir de los adultos y en el que se sentía a salvo y libre. Al tejado del orfanato donde se crió y desde el que veía el mundo a sus pies por una vez pequeño y a su alcance. Y desde allí vio la bicicleta diminuta, allí abajo impasible y sola, vieja y hermosa. Mudo complice de un ansiado encuentro.

lunes, 2 de marzo de 2009

Volando con palomas.


Llegaron atraídos por el olor a hierba buena. Trajeron su música, sus comidas, sus imposibles sueños, sus recuerdos y unas inmensas ganas de vivir, de entender, de aprender. En ese bar encontraron lo más parecido a un hogar que podían tener en su nueva vida, un sitio para descansar donde nadie les mirase con desconfianza.
Eran muchachos, casi niños, que jugaban a sobrevivir, rodeados de policías que controlaban sus pasos, cada nuevo día era un reto: "yo hago mi trabajo, tu el tuyo, el listo gana" parecían querer decirles a los policías que se saltaban todos los derechos humanos en su afán por pescarlos como vulgarmente se dice con las manos en la masa.
Sus familias los habían elegido entre los mejores y venían con una misión, eran valientes y poderosos guerreros que debían salvar a sus familias de la miseria. Hacía poco que habían llegado y defendían orgullosos sus costumbres, temerosos de perderse en un mundo ajeno al cual consideraban, no sin razón, hostil e injusto.
Ese día eran cuatro, rompieron el candado de la persiana con facilidad y subieron dos palmos esta para deslizarse sigilosamente por debajo, en un estanco siempre hay dinero, aunque sea en forma de tabaco. De pronto dos pares de botas negras gritaron al otro lado de la persiana y ellos llevados por el diablo se metieron hacia el fondo de la tienda buscando escapatoria pero solo había un patio de luces y nada más. No tenéis escapatoria, salir con las manos en alto, se volvió a oír pero ellos ya iban por el segundo piso rezando porque los desagües soportasen su peso. En el tercer piso había una ventana abierta y nadie a la vista y de allí a las escaleras vacías que les llevarían a la calle. Uno a uno fueron saliendo por el portal de al lado mirando de reojo las botas que asomaban ahora desde dentro de la persiana y uno a uno fueron desapareciendo en los bajos de los coches allí estacionados.
Allí pasaron dos horas petrificados por el miedo a ser descubiertos o a que el dueño del coche llegase y desde allí seguían viendo las botas que los policías paseaban ante sus ojos en su anhelo por atraparlos y sin poder explicarse por donde habían escapado.
Cuando lo contaban se veía el orgullo y la burla reflejada en el te caliente, su único reconfortante consuelo, se regodeaban de su hazaña como un niño ante una trastada: "escapamos volando, como palomas".
Una broma más y un día más robado a una existencia predestinada, un triunfo ganado con el coraje y el orgullo de no someterse, de no aceptar los peores trabajos, la valiente y obstinada elección de quien no tiene donde elegir.
"No es saludable estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma" krishnamurti

viernes, 13 de febrero de 2009

La buscadora.

Caminaba por la calle con paso rápido, no tenía prisa pero le gustaba andar con energía, le hacía sentir más viva; de lejos sus generosas melenas saltaban y volaban con cada paso y yo me sentía débil ante tanta energía.
Buscaba los ojos de la gente que pasaba a su lado porque todos los rostros le parecían conocidos y esos ojos le contaban las historias que sus rostros escondían. Los imaginaba en sus vidas importantes sin tiempo y sentía compasión de tanta pobreza. Yo hacía el mismo camino de todos los días y, como siempre, me cruce con ella; por una vez olvide la prisa y me deje llevar tras sus pasos.
Fue hasta el centro y se sentó en los escalones de la plaza, la vida entraba en ella y desde su interior iluminaba esos ojos con un brillo tan generoso y tan triste que cuando la vi me pareció que solo ella y esa enorme plaza desierta existían. Los cabellos abundantes le caían ralos y grises por los hombros y sus ropas parecían las de alguien de otros tiempos, desteñidas de tantos lavados. Era como si la hubiesen traído desde el campo de otro siglo y no supiese cual era su tarea entre tanto trajín. La soledad de la plaza la salvó, como el naufrago que consigue llegar a la orilla.
Me senté a su lado y la saludé con un gesto. Por un segundo la extrañeza y la desconfianza quisieron ganar un lugar en su mirada pero la complicidad venció y un segundo después me estaba preguntando si era de allí. Mire extrañada alrededor y nos reímos. "Bueno nací cerca en un pueblo a cien kilómetros de aquí pero también podría ser de la otra parte del mundo porque después de recorrerme medio mundo y vivir en diferentes lugares solo acabé aquí por azar"-acabe por contar.
"Antes cambiaba de ciudad cuando necesitaba vencer la monotonía, ahora cambio los muebles de sitio"-bromee, aunque era verdad.
Hacía frío y yo estaba helada así que a mi nueva amiga se le ocurrió invitarme a un té que yo acepté encantada. Me llevo por callejuelas por las que nunca antes había pasado hasta un viejo edificio donde parecía no vivir nadie. La fachada estaba tapada con una lona azul que protegía a los transeúntes de cualquier desprendimiento. Pasar por debajo de esa lona fue como viajar a otro mundo, al escenario de mis sueños de niña, a ese olvidado lugar donde todo era posible y donde lo feo y malo también era hermoso.
No podría describir lo que sentí cuando me descubrió su hogar, aquel sitio estaba abarrotado de las cosas más increibles en un desordenado orden y todo formaba un colorido abanico de formas y posibilidades.
Me preguntó si me gustaban sus tesoros, aunque por mi asombro debió de intuir que si, me contó que los encontraba en los contenedores de basura y yo no daba crédito a la belleza de aquel lugar.
Bebimos una taza de te en dos tazas preciosas, aunque diferentes y me supo tan bien que le pregunte si podía visitarla al día siguiente. Me fui contenta y esa noche soñé como una niña y mis sueños se poblaron de seres especiales y únicos, extraños y hermosos.
Al día siguiente preparé con cariño un pastel y me encaminé hacia la casa de mi amiga, ya de lejos oí un gran estruendo que me llenó de desasosiego y cuando doble la esquina vi con horror como las escavadoras levantaban por los aires la casa, los sueños y hasta la vida más brillante que yo había conocido.

LOS NADIE

"Sueñan las pulgas con comprarse un perro
y sueñan los nadie con salir de pobres,
que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte,
que llueva a cántaros la buena suerte;
pero la buena suerte no llueve ayer,
ni hoy, ni mañana, ni nunca.
Ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte,
por mucho que los nadie la llamen,
aunque les pique la mano izquierda,
o se levanten con el pie derecho,
o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadie: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadie: los ningunos, los ninguneados,
corriendo la liebre,
muriendo la vida, jodidos, rejodidos.
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadie, que cuestan menos que la bala que los mata."

Eduardo Galeano

miércoles, 19 de noviembre de 2008

"El pintor de no tán Lolitas"

No quería llegar a viejo y tener que doblegarse a quien tuviese que cuidarlo, no quería crecer, no quería ser mayor para jugar y sobre todo no quería perder su libertad, tenía miedo de morir como todo el mundo y pensar que la muerte le encontrase solo, le causaba desvelos y noches agitadas pero sabía que no sería ya capaz de vivir en ningún otro sitio, no quería dejar las queridas callejas del Barrio del Carmen ni los lugares donde se sentía respetado aunque fuese tal cual es y dejase entrever su locura, su desmedido deseo de ser solo un niño siempre.
Doblando la esquina del mercado siempre encontraba algún conocido paseando distraidamente y que, como él, esperaba inquieto para refugiarse al calor de las cuatro paredes más parecidas a un hogar que había tenido; punto de encuentro y ventana de fuga para muchos solitarios, no siempre por voluntad propia, aunque la propia naturaleza rebelde de los que allí acudían hacían que esta fuese ineludible; allí encontraba cobijo y amig@s, se sentía bienvenido y arropado.
Adoraba coquetear con las chicas, Lolitas con bastantes años a cuestas, que disimulaban el placer que sentían al sentirse aduladas; un cosquilleo de placer lo recorría cuando veía la media sonrisa que se disimulaba en sus labios. Las pintaba en sus claros cuadros, junto a sus perros, sus caballos y sus árboles, tan niñas como él ...y tan irreverentes.
Hace unos días se encontró coqueteando con "la mujer que vuela", la definitiva y se fue con ella. Te buscaremos en tus cuadros Pepo.
Hoy el día 2o de Noviembre que es el día internacional del niñ@ sus amig@s vamos a despedirnos de él.
Animo a participar en la campaña: pornografía infantil NO utilizando la palabra en los posts "Lolitas" entre otras (“angels”, “boylover”, “preteens”, “girllover”, “childlover”, “pedoboy”, “boyboy”, “fetishboy” o “feet boy”) para complicar la búsqueda de páginas relacionadas a los pedófilos.

viernes, 3 de octubre de 2008

Ese tiempo tán precioso.

Al poco de trasladarse a vivir allí, en el descampado de enfrente, paraiso de gatos, coches y charcos, empezaron a crecer tímidamente unas florecillas que casualmente nadie pisó; hasta los coches dejaron de aparcar allí y solo los gatos permanecieron fieles a esa mano que, puntualmente desde que llego, les llevaba la comida.
De repente un día al despertar vio bancos desperdigados por doquier que invitaban a sentarse a charlar y dejar las ocupaciones y las prisas para otros tiempos.
Como las flores y los bancos, como los gatos que se arremolinaban a su alrededor y no dejaban de traer a nuevos comensales a su generoso jardín, l@s amig@s también hicieron su aparición, como el mejor regalo que la vida podía darle, empezó a formarse un grupo que, entre la despersonalización de la gran ciudad, se reunía tímidamente y con afán adolescente. Era un grupo variopinto, rodeado siempre de niños bulliciosos que amaban la calle tanto como sus padres; eran como una fogata a cuyo alrededor se congregaban tod@s l@s que todavía conservaban un poco de ese espíritu salvaje ya ausente en nuestras civilizadas vidas.
Bebían la vida a grandes sorbos y se enfadaban cuando esta les contradecía pero seguían adelante , tercos y recios como mulas sabiendo, eso si, lo que no querían perder.
Por las mañanas se daban los buenos días y se sentaban a charlar con la humildad y la seguridad de que el mundo no los necesitaba y comenzaban el día con la parsimonia y la alegría de los chiquillos que los acompañaban y contagiaban con esa sensatez de la infancia que persigue como fin primordial disfrutar.
¡Ella estaba tan contenta de haberlos encontrado!, le habían dado todas las fuerzas que a veces le faltaban y ella les había correspondido compartiendo su pasión por la vida, reafirmando esa unión por veces irreal y tan efectiva.
Podía parecer que era una relación superficial porque no se contaban sus requiebros ni compartían nada transcendental pero en ello radicaba su valor ya que no esperaban del otro más que lo que este quisiera darle por propia satisfacción.
En el parque el tiempo les pertenecía y permanecían allí con la plenitud de tener las cosas por hacer y sin sentir culpa; así quebraban su radical soledad en esa convivencia solidaria y reconociendo se importantes para los demás.
Le ayudaron a recuperar el sabor del café de la mañana y el bar de Bailey. Aquella mañana se dio cuenta de lo que tenían en común cuando salieron charlando animadamente del bar: sus niños eran los que les habían hecho recuperar esa pasión que lo llenaba todo de una salvaje armonía y también sus niños eran los que se encargaban de mantener esa amistad desordenada y tan grandiosa. Y su jardín crecía y se estaba convirtiendo en una alborotada sinfonía de colores y formas que le saludaban al salir a la ventana a respirar cada mañana.
"Cuando es un@ amig@ l@ que habla todo lo que dice me interesa".

jueves, 28 de agosto de 2008

"A la deriva."

Los domingos ivamos corriendo hasta la fuente de la parra y alli sudoros@s y con la garganta seca nos zambulliamos en el agua helada hasta que no podiamos soportar el frio que nos entumecía los músculos. Entonces saliamos jadeantes, todavía jugando y dandonos codazos entre risas y nos dejabamos caer exaust@s entre las piedras blancas que bordeaban el riachuelo.
Adorabamos ese rincon del mundo y nunca lo compartimos con nadie.
Al terminar el instituto Ramón se marcho a Barcelona a estudiar teatro y yo me quede en Valencia sin saber exactamente lo que hacer conmigo. Se me antojaba que querían a toda costa hacerme ingresar en la sociedad adulta a la fuerza y sin mi consentimiento y todo lo que ella representaba era tan aburrido y falto de pasión que yo me revelé violentamente y acabe abandonando los estudios y dedicandome a vagabundear por la vida, ávida de aventuras y de conocimiento. Me parecía que ella me podía enseñar más y mejor que ningún colegio.
Y la fuente de la Parra quedó olvidada alli en el recodo del rio. De hecho toda nuestra inocencia quedo alli pues ya nunca fuimos capaces de ser tan sincer@s y espontane@s como entonces.
Una tarde de esas que el viento soplaba con fuerza sentí deseos de pasear hasta alli; mi interior, turbulento de naturaleza, estaba desorientado y necesitaba volver atrás y recuperar a la niña que fuí.
Nunca odié ni sentí desprecio por nadie, a veces me hubiese gustado, pero era algo que iva contra mi naturaleza. Cuando alguien no cuajaba conmigo pasaba a formar parte de las personas anónimas y des-conocidas que se podían mover a mi alrededor sin que yo las viera y que rara vez volvían a entrar en mi vida, ni siquiera de manera fortuita. Pero esta vez era diferente, el resentimiento no me dejaba dormir. La confianza, la amistad, traicionada y pisoteada, no me dejaba seguir, mi entendimiento se había enturbiado y ya no razonaba con claridad, era una obsesión que lo ocupaba todo y tenía que dijerirlo como una mala comida. De hecho era la amistad mi bien más preciado, lo más sagrado e importante de la vida y sentía la traición no como algo ocurrido sino como una muerte, tan real y dolorosa como esa ausencia irremediable.
Allí estaban las dos rocas grandes y lisas, mucho más pequeñas de lo que las recordaba, el recodo que hacía un remanso casi había desaparecido bajo la vegetación abundante. Hice lo que más me gustaba que era tumbarme y sentir la roca fría en la piel, el cielo y las montañas grandiosas por encima mío, protegiendome y mostrandome la grandeza del mundo, y con los ojos cerrados el rumor del agua, balsamo para mi corazón dolorido, llenandolo todo. Me dejé invadir por una suerte de nana que me acunaba y me adormecía llevandome de nuevo a todos esos mundos mágicos que poblaron mi infancia y mi juventud.
Atardecía y las luces del pueblo empezaban a encenderse cual estrellas a la lejos, el viento había amainado y el aire olía a tomillo y romero, la calma que me rodeaba era tal que sentí un escalofrío y apreté el paso pero no tenía miedo, era solo la noche la que me rodeaba y no quería dejar que me atrapará del todo. Tan noctámbula que siempre fuí y esta noche oscura me parecía más atrevida que las bulliciosas de la ciudad, había vuelto tan atrás en el tiempo que hasta el miedo a la oscuridad regresó con los recuerdos.
Alli con el alma desnuda me di cuenta de la coraza en la que me había ido acomodando con los años, tuve que esforzarme por arrancarla de mi piel dolorida que no quería prescindir ya de su protección y alli en el frio del camino la abandone y seguí caminando desnuda con un estremecimiento pero ligera como el viento que volvía a soplar con fuerza.