miércoles, 23 de julio de 2014

Una niña en busca de su identidad

El corto de Peque Varela empieza mostrando el circo de la realidad (una realidad impuesta, estereotipada y normativa: folklore, ejercito...), a una niña que apenas ha empezado a representarse a si misma, que apenas ha empezado a configurar su identidad. La ausencia de color y las lineas diáfanas de la representación de la niña nos hablan de que los géneros y los cuerpos son materializaciones politico-culturales que no tienen una existencia anterior a la cultura y al lenguaje; nos recuerdan que ni el cuerpo ni el genero poseen un origen previo, natural e inmaculado y que discurso, genero y cuerpo son inseparables.
Como Judit Butler nos dice, nuestra identidad y, con ella el sexo y el genero, se producen en relación con los otros, son actos. Esta niña empieza a moverse entre las fronteras de lo que le permiten y, sin construir su individualidad, es "insertada" en el grupo y empujada a moverse al mismo ritmo, en los mismos parámetros y con las mismas reglas.
Cuando la seguridad interior le permite alejarse del grupo y correr sin miedo empiezan a aparecer otro tipo de condicionamientos externos que le paran los pies, performando su identidad incipiente. En esta primera carrera en solitario me viene a la mente una frase repetida a lo largo del curso de Ana Arent: "la acción no es el comienzo de algo sino de alguien"
Pero la norma va dirigiendo sus mas pequeños movimientos y hasta el tamaño de su letra es puesta en cuestión y obligada a ceñirse a unos margenes precisos y delimitados. No hay espacios para la creatividad y la libertad. Esta parte del corto constituye una clara critica al sistema educativo. El mundo que se presenta en el horizonte esta acotado y no da lugar al descubrimiento, a la sorpresa, a la aventura; todo esta cuidadosamente programado en un apretado curriculum que no tiene en cuenta ni los intereses ni mucho menos los deseos de las niñas y los niños y bajo unas condiciones que hace que no se planteen tomar decisiones por su cuenta.
Cuando su elección se sale de los parámetros establecidos como normales en el sistema de sexo-genero y hace elecciones de genero que no se corresponden con el sexo asignado biologicamente, son los iguales, normativizados bajo las mismas condiciones opresoras y performativas, quienes se encargan de no dejar que esto suceda o de desplazar a la disidente a lugares menos visibles o marginales.
Tanto la ropa, como los deportes o incluso los colores, son instrumentos del sistema de sexo-genero para mantener el sistema de correspondencia y la normativa heterosexual. El cuerpo se nos muestra sexuado y con ello vulnerable y expuesto a los demás y la niña va construyendo su identidad, que siempre es de genero, forcejeando con los procesos de sujecion-subjetivacion. El cuerpo aparece, como dice Begoña Sáez, como contexto y como norma para la (re)creación de la identidad, se nos presenta no solo como resultado del contexto normativo sino como agente normativizador.
Con sueños no permitidos, insultos y burlas, la construcción de su identidad esta ya configurada de antemano por otros. Otros son también quien definen su ser y deciden su orientación sexual.
El nudo en el estomago es su niña perdida, enredada en un bosque ajeno que es la cultura y esos insultos performativos que amenazan con ocupar todo su espacio vital y engullirla, anulando su individualidad. En el corto se pone de manifiesto, como dice Lyotard, que la cultura no es un sistema de representaciones que copian o reflejan la realidad y los sujetos, sino un auténtico dispositivo -utilizando el término foucaultiano- que los genera. Ese garabato en el estómago representa el "lío", el conflicto existencial, el exilio de uno mismo. La protagonista lo soluciona cuando empieza a darse cuenta de los mecanismos y disposiciones culturales que la sujetan, impidiéndole crecer en libertad, y desenreda el nudo, liberándose de las presiones sociales.
Lo que ha tomado como rasgo interno de ella misma es algo que, como nos dice Butler con el termino performatividad, anticipamos y producimos mediante ciertos actos culturales, un efecto alucinatorio de gestos naturalizados.
Pero como dice Begoña Sáez, el carácter performativo de su identidad, la convierte en objeto de su propia (re)creación que siempre se lleva a cabo en el marco de un discurso que nunca es ajeno al del poder institucional.

 "Ser nosotros mismos nos causa ser exilados por muchos otros. Sin embargo, cumplir con lo que otros quieren nos causa exilarnos de nosotros mismos" Clarissa Pinkola