viernes, 3 de octubre de 2008

Ese tiempo tán precioso.

Al poco de trasladarse a vivir allí, en el descampado de enfrente, paraiso de gatos, coches y charcos, empezaron a crecer tímidamente unas florecillas que casualmente nadie pisó; hasta los coches dejaron de aparcar allí y solo los gatos permanecieron fieles a esa mano que, puntualmente desde que llego, les llevaba la comida.
De repente un día al despertar vio bancos desperdigados por doquier que invitaban a sentarse a charlar y dejar las ocupaciones y las prisas para otros tiempos.
Como las flores y los bancos, como los gatos que se arremolinaban a su alrededor y no dejaban de traer a nuevos comensales a su generoso jardín, l@s amig@s también hicieron su aparición, como el mejor regalo que la vida podía darle, empezó a formarse un grupo que, entre la despersonalización de la gran ciudad, se reunía tímidamente y con afán adolescente. Era un grupo variopinto, rodeado siempre de niños bulliciosos que amaban la calle tanto como sus padres; eran como una fogata a cuyo alrededor se congregaban tod@s l@s que todavía conservaban un poco de ese espíritu salvaje ya ausente en nuestras civilizadas vidas.
Bebían la vida a grandes sorbos y se enfadaban cuando esta les contradecía pero seguían adelante , tercos y recios como mulas sabiendo, eso si, lo que no querían perder.
Por las mañanas se daban los buenos días y se sentaban a charlar con la humildad y la seguridad de que el mundo no los necesitaba y comenzaban el día con la parsimonia y la alegría de los chiquillos que los acompañaban y contagiaban con esa sensatez de la infancia que persigue como fin primordial disfrutar.
¡Ella estaba tan contenta de haberlos encontrado!, le habían dado todas las fuerzas que a veces le faltaban y ella les había correspondido compartiendo su pasión por la vida, reafirmando esa unión por veces irreal y tan efectiva.
Podía parecer que era una relación superficial porque no se contaban sus requiebros ni compartían nada transcendental pero en ello radicaba su valor ya que no esperaban del otro más que lo que este quisiera darle por propia satisfacción.
En el parque el tiempo les pertenecía y permanecían allí con la plenitud de tener las cosas por hacer y sin sentir culpa; así quebraban su radical soledad en esa convivencia solidaria y reconociendo se importantes para los demás.
Le ayudaron a recuperar el sabor del café de la mañana y el bar de Bailey. Aquella mañana se dio cuenta de lo que tenían en común cuando salieron charlando animadamente del bar: sus niños eran los que les habían hecho recuperar esa pasión que lo llenaba todo de una salvaje armonía y también sus niños eran los que se encargaban de mantener esa amistad desordenada y tan grandiosa. Y su jardín crecía y se estaba convirtiendo en una alborotada sinfonía de colores y formas que le saludaban al salir a la ventana a respirar cada mañana.
"Cuando es un@ amig@ l@ que habla todo lo que dice me interesa".

5 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Los buenos cafés, en efecto, saben así.

Txoni3 dijo...

pues si y en buena compañía se saborean mejor todos sus aromas, un placer tenerte por aqui Pedro.

Anónimo dijo...

Qué ganas entran de perderse en ese grupo :)

Txoni3 dijo...

Pues vente unos dias para el mediterraneo que el dia 17 y 18 en Valencia, factoría los Sanchez, un grupo de teatro de Castellón con un proyecto de teatro interesante basada en los post del blog del
educador social en Alaska, presentan una de sus obras: "el candidato":
http://factorialossanchez.blogspot.com/
¿te hacen unas vacaciones?, vente, venga, vente....

Anónimo dijo...

Ufff pues no me vendrían mal porque llevo un ritmo ya que pa qué pero bueno, no anda la economía para demasiados trotes, qué farem!!! besines